ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 6 | Page 54

OPINIÓN ANNA VEGA El fuztraquismo y la comida cul: E ANNA VEGA l fuztraquismo, igual que el milenarismo de Fernando Arrabal, va a llegar. Es la vertiente cañí y un poco paleto-moderna de los famosos “food trucks” estadounidenses, esos camiones de comida en los que los yuppies de las películas de los 80 pillaban un sándwich y un café en vaso de plástico para seguir conquistando Wall Street con el estómago lleno. Hasta ahora, los únicos referentes que teníamos los españoles en cuanto a comida callejera eran los puestos de perritos, bocatas, churros y otras frituras varias en las fiestas patronales. Los carritos de helados y los fogones de castañas forman parte de nuestro paisaje cotidiano, igual que el algodón de azúcar al lado de la tómbola del perrito piloto. Así, limitados pero contentos, vivíamos hasta que un prurito ajeno nos metió en la cabeza lo de los fuztracs. Ya no hay evento culinario ni sarao que se precie que no cuente con su camioneta de comida, y no como accesorio práctico, sino como protagonista. Las citas como Madreat o Eat Street Barcelona se suceden en las grandes ciudades mientras que TVE estrena su nuevo programa “Cocineros al volante”. Se podrían discutir y mucho los méritos de este reality culinario, pero la cuestión que me pica las entrañas es cómo se ha convertido una opción hasta ahora minoritaria, en carne de concurso televisivo. Intuyo que la señora de Cuenca, ésa que sirve como estándar y vela desde su sofá por la inteligibilidad de los contenidos de la tele, no sabía hasta hace una semana lo que es un food truck. Bien está que los provincianos aprendamos nuevos conceptos, aunque luego en nuestra ciudad sólo siga existiendo el entrañable puesto de churrería Manolita. Es positivo que aparezcan nuevas opciones, nuevas empresas, y nuevas maneras de empapuzarse ricamente. No hay nada más gratificante que comer algo rico a deshoras, porque sí, porque se te antoja y en medio de la calle. Pero quizás se nos está yendo la mano con esto de asimilar tendencias a la velocidad del rayo, convirtiendo en acontecimiento algo que debería ser normalidad. Las normativas municipales tienen gran parte de culpa, por ir retrasadas (¡las muy palurdas!) respecto al biorritmo frenético de las modas culinarias. Igual cuando cada ayuntamiento de España se adapte al fuztraquismo y haya una legislación que permita la libre circulación de la comida callejera, se nos pase la tontería. Y veamos puestos de talos, pulpo à feira o pescaíto frito. ¿Cómo? ¿Qué me dicen, que eso ya existe? ...