ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 6 | Page 52

OPINIÓN COMER ES DE COBARDES ¿Amigo, no cree que ya ha bebido suficiente? MIQUEL BONET M Se enfrento al que seguramente sea el artículo más difícil que he tenido que escribir. Soy consciente que me va a reportar no pocas reprimendas y públicos desdenes. Pero alguien tiene que izar la bandera de la verdad y el blasón del juicio. Recientemente he tenido experiencias muy desagradables con la bebida. Y he llegado a la conclusión que se acerca una nueva era de Ley Seca que no nos traerá más que felicidad y bendiciones. En primer lugar cabe decir que hago demasiado caso a gente a la que no debería. Como a Óscar Soneira, el gurú pulp de la vinomaquia, que propició el cambio de paradigma al convencerme que al vino hay que tratarlo como un componente más de la estructura de las comidas. Luego se lió con los maridajes y las armonías, pero eso ya es otra historia. El caso es que si al sentarnos a la mesa ya no vamos a comer y a beber si no que vamos a comer con unos apéndices alcohólicos complementarios nos encontramos que los porcentajes de importancia de ambos actos ingestivos varían. El bebercio se puede ir tranquilamente del 50% del ceremonial al 10%. ¿Por qué la copa de garnacha va a ser más importante que la cucharada de aceite? ¿Qué hace más valioso el lingotazo de manzanilla que el cacho de reggiano? No será ni el período de curación o el mimo con el que se han producido los dos productos. Les voy a contar un secreto: es por el alcohol. Es pura drogadicción. Me dirán que también se puede ser adicto al chute de grasa y suero, es muy natural y respetable, pero no hablamos de lo mismo. Cualquier aguacate tiene más profundidad y retrogustos que la mayoría de vinos del mercado. Basta ya del papanatismo vinícola y más análisis serio y reseñas concienzudas de frutas y verduras. Para ser justos y comedidos tenemos que admitir que el vino está sobre-representado en lo gastronómico porque nos gusta más empinar el codo que a un tonto un lápiz. Luego está lo de las catas. El otro día me asomé a un fumadero de opio muy céntrico y hipster de Barcelona, muy moderno y con estética gay-friendly y tal y, al ver el secretismo masónico que gastaban, tomé consciencia de lo demasiado li-