ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 4 | Page 52

OPINIÓN COMER ES DE COBARDES Mis gambas MIQUEL BONET U n hombre —y más aún un hombre costero— es sus gambas. No voy a perder el tiempo demostrando tal obviedad, sólo constaten cómo hicieron su fortuna Forrest Gump o Linda Lovelace y saquen sus propias conclusiones. Concéntrese, sumérjanse en la nostalgia, recapitulen sus veranos —porque la gamba es un asunto veraniego aunque la sabiduría popular se obceque todavía en la gilipollez de los meses con erre— y acompáñenme en este viaje hacia las profundidades de la memoria. Mi primera gamba y todas las que seguirían durante muchos años no fue tal, fue un calipo de lima-limón. En la tierna infancia, tiempo de descubrimiento de la naturaleza y sus prodigios, tal bicho no puede más que causar la lógica repulsión del insecto. Es más: no recuerdo haber comido en toda mi niñez un alimento proteico con su forma zoológica original, todo era procesado hasta adquirir su correspondiente característica de materia informe loncheada. En Huelva, gambeteros por excelencia, lo saben bien y sueltan el chascarrillo ese de “déjame a mí la cabeza y el resto pal niño”. Pero el folclore tiene sus caminos y medios educativos y, si la fábula de la Caperucita Roja enseña a nuestros retoños a desconfiar de los emprendedores de grandes ojos y dientes blanquísimos, en los ochenta chupábamos burmar flashes de peseta como si no hubiera mañana. Y lo había, joder si lo había. Nos esperaba un futuro lleno de bendiciones y gambas de palmo que debíamos aprender a exprimir, porque al fin y al cabo lo más importante que aprendimos fue a hostias con el patinete, jugando por las calles y plazuelas, sorbiendo ese líquido verde abisal y rarísimo que supuraba de los tubos de un plástico que hoy no cumpliría las directrices medioambientales europeas. Llegaron los noventa con sus crisis postolímpicas, tiempos de fumar en los bares, y con ellos tam-