ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 4 | Page 48

OPINIÓN CORTE DE PARMESANO Bar La carcajada JOAN BARQUÉ D espués de tantos años y tantas mentiras y tantas decepciones, y tanto tiempo perdido y tantas ganas de olvidar sitios y servicios, yo ya solo intento pasármelo bien en los restaurantes. Más que restaurantes busco parques temáticos y más que ir a cenar busco, no una experiencia —como dicen los cursis—, sino una liberación del tedio y el hastío que muchos lugares, algunos emblemáticos, me producen. He sustituido la inteligencia por la diversión porque sólo con mucha inteligencia la diversión ocurre. Quizás conozca sitios mejores pero ya no voy. Quizás tenga que rendir cuentas con mi prestigio gastronómico pero me da igual: yo solo vengo a pasármelo bien y el resto poco me importa. Los puristas tacharan este razonamiento de traición, pero tampoco me importan demasiado los refinados del comer. Cuando era joven, o mucho más joven, me divertía en estos lugares que ahora me parecen sórdidos y fuera de lugar que se llaman discoteca s. Seguro que les suenan, aunque sea de oídas. Cuando era joven me lo pasaba bien —no siempre, hay que reconocerlo— en estos antros. Ahora la forma de la diversión es otra, pero el fondo, pasármelo bien, sigue siendo el mismo. Y es en estos restaurantes que recupero aquella diversión. Es en estos lugares que dejo que la felicidad me embriague como lo hacían antes los cubatas de vodka con zumo de naranja natural. He derramado más lágrimas de felicidad que platos han llegado a la mesa y he tenido la sensación de encontrarme en el lugar perfecto con las personas adecuadas, siendo los protagonistas de una película fantástica. Quizás esto también lo digan los cursis, pero qué le vamos a hacer. Comer es de cobardes, dice mi amigo Miquel Bonet. Yo creo que comer es de infelices que procuran saciar esa sed de felicidad a través del plato. Hay que intentar procurar siempre la felicidad y la alegría en los restaurantes y exagerarla si hace falta. Yo quiero pasármelo muy bien, como un adolescente imberbe que acaba de descubrir la magia de flirtear, y que por todo se siente fascinado. Yo quiero venir a jugar, a divertirme, a que el camarero me lo ponga fácil y se deje de sutilísimos y eufemismos. He venido al mundo a cenar con alegría, a romper un poco los cánones del pro-