ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 2 | Page 84

OPINIÓN COMER ES DE COBARDES Las correcciones MIQUEL BONET E l otro día no comí bien en el Celler de Can Roca y es algo que me tiene pasmado y aturdido. Me cuesta pegar ojo por las noches; voy por la calle como una sombra, cabeza gacha, mirada fijada en los adoquines. Vislumbro la condena eterna que se cierne sobre mi descendencia. Oigo voces: “¡Infiel! ¡Descreído! ¡Renegado! ¡Francófilo! ¡Vergüenza!”. “¡Vergüenza!” (esto repetido porque hablamos de una gran cantidad de vergüenza). Y tal. Luego, cuando cesan los aspavientos de los espíritus patrios, me esfuerzo en racionalizar qué pasó el día de autos para ser objeto de tanta desdicha y me doy cuenta que no comí mal en el Celler de Can Roca. Quizás por el vía crucis de la crisis se hayan dejado por el camino aquella opulencia y generosidad sin fin de antes (que daño a la vista hace una mesa así con las copas vacías) pero los pollos hermanos no han perdido su alma de perfumistas: esa capacidad prodigiosa para extraer y concentrar sabores en platos y lozas que , más que otro oficio, los convierte en destiladores de naturaleza. Que les quiten lo bailao a esas dos cigalas mórbidas en su sauna de palo cortado y a ése pichón a corazón abierto. Y los jugos. Los jugos, los caldos, los vinos, las salsas y todas las humedades del Celler son una cosa para quedarse tó loko. Como si supieran de nuestra sed y hubieran capturado y aprisionado la esencia líquida de los tiempos postmodernos con un giro de muñeca, como quien exprime un limón hasta languidecer. Entonces, tío, qué me estás contando, comiste bien o no? Pues no. Y no por encontrarme en dos platos unas corchosas lascas de trufa blanca en junio si no porqué lo primero que me trajeron a la mesa, el primer bocado (una papada supuestamente coreana), tuvo la mala fortuna de deslizarse de su grácil soporte psicodélico acompañado de un “Ay, se ha caído” de la camarera. Y ahí se quedó, ahí me quedé yo. No sé, algo se rompió en el primer minuto de partido y supe que la magia ya no podría remontarla ni Michael Jordan. No comí bien en el Celler porqué esta vez vi la tramoya, las migas de pan bajo los cubiertos, camareros vertiendo vino sobre el lino blanco, sommelieres con la dicción de Andrés Pajares anunciando bre-