ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 1 | Page 92

portarlos de vuelta. En Etiopía hay un gran desierto, el desierto del Danakil, del que ya hablamos en el número pasado cuando contábamos la historia de la sal. Para atravesar este desierto a pie, muchos de estos esclavos llevaban bayas de café para ir comiendo y poder resistir el viaje, ya que en África el café, antes de ser una bebida, era algo que se comía y se masticaba. No se hizo el café para el paladar del occidental. Los yemeníes trataron de conservar el máximo de tiempo posible el monopolio sobre el café. Se estima que en los albores del siglo XVIII en Yemen se cultivaban unas 50.000 hectáreas de café, aunque ya era un cultivo que se había extendido por todo el mundo islámico. De esto se benefició un pequeño puerto del mar Rojo, Moca o Mocha que derivó en Moka, del que no se permitía que saliera ningún grano de café en edad de germinar, sin que antes hubiera sido hervido. Los yemeníes pensaban que el café formaba parte de un estilo de vida oriental al que los occidentales eran insensibles. Los cafés, los lugares destinados a su consumo, se convierten, en todo el arco musulmán, en lugares en los que hablar tranquilamente de política o incluso de religión, sin la injerencia de los imanes más ortodoxos, lo que, durante el imperio Otomano, causará la muerte de muchos propietarios de establecimientos, que terminarán sus días metidos en sacos de cuero y flotando en las aguas del Bósforo. La expansión del cultivo y el consumo del café.Pero nadie puede mantener un secreto eternamente. En el siglo XVII, los holandeses, siempre ellos