ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 1 | Page 81

81 dice Jaime Rosal. Para Marina Pino“por su cantidad de información y por su profundidad psicológica, Casanova no sólo hace una pintura sabrosísima de su época, sino que también se autoanaliza de un modo escalofriante: en lo físico y en lo psicológico. En el aspecto gastronómico da para un libro y para dos. Gozaba de un feroz apetito y es un perfecto cronista gastronómico”. Para hablar de sus métodos de conquista a través de la comida aparece inevitablemente el gran obsequio afrodisíaco del mar, las ostras. El alimento que siempre acompaña la leyenda de Casanova. Jaime Rosal contesta rotundamente: “No es cierto que desayunara ostras. Pero le gustaban con locura. Devoraba docenas y docenas procedentes del Arsenal de Venecia”. Lo que sí es cierto es un escarceo que tuvo lugar en Roma en 1770. “Casanova se convierte en protector de dos pupilas que aguardaban el momento de desposarse en un convento y las convida a cenar en un reservado. Las harta de ponche y luego las hace jugar al juego de las ostras consistente en dejar resbalar los sabrosos moluscos por entre sus senos que él atrapa con avidez con su boca. El resultado es demasiado previsible como para que me detenga en pormenorizarlo”.Para Marina Pino “la gastronomía, o mejor la comida, le permitía ciertos juegos eróticos, como por ejemplo, el pase de ostras de su boca a la de la dama regado con algo de beber”. Y es que las bebidas alcohólicas son las grandes olvidadas cuando se habla de Casanova. De una buena elección dependía muchas veces el éxito o fracaso de acabar la noche en algún cómo camastro bien acompañado. “Preparaba ponches explosivos que tumbaban a sus conquistas” cuenta Marina Pino.“Adoraba el burdeos, también el champán, el tokay, el oporto, el jerez, los vinos de Canarias y el moscato de Asti. Sin embargo, durante su estancia en Inglaterra fue incapaz de acostumbrarse a la cerveza cuyo sabor amargo detestaba. Casanova era un buen bebedor, como