ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 1 | Page 72

FICCIÓN JORDI LUQUE SANZ “El cielo de piedra” es el primero de cuatro cuentos gastronómicos basados en otros tantos relatos, muy conocidos, de la literatura corta. En este caso, el autor toma como base “La noche boca arriba”, de Julio Cortázar, y no satisfecho con brindar un homenaje al gran Cronopio, oculta dos guiños más, dedicados al mejor cronista gastronómico de nuestro tiempo y a un cocinero que, lamentablemente, no conoce. El cielo de piedra JORDI LUQUE SANZ Dedicado a P.A. C olgó la chaquetilla pero no logró librarse de su peso, y salió a pasear. Tomó la pista de cemento, que ascendía mansamente hacia el cerrado verdor del bosque de hayas y alisedas, y antes de cruzar el puente se detuvo un instante. El cielo se había cubierto de nubes, la tormenta era inminente, y el cubo de cristal que sobresalía del caserío estaba rodeado de luz suspendida en la humedad. «Luz de futuro, de nave espacial», pensó. Pudo ver cómo la brigada limpiaba la cocina antes de empezar a preparar el servicio de la noche. Escuchó el primer trueno. Atravesó el puente y se desvió por el sendero que descendía hacia las cuevas. Respiró hondo. El aire estaba cargado de piedra, hojas, lombrices, musgo. Pensaba, todavía, en las palabras de Arelló. Durante la sobremesa, cargada de whisky y tabaco, discutieron sobre los límites de la gastronomía, sobre líneas infranqueables. Hablaron de Paolo Lopriore, de aquél riñón casi crudo que comieron en casa del cocinero italiano. Había recordado su completa oposición, el asco hacia aquel plato, pero Arelló defendía su audacia. «Tú sólo entiendes la cocina como un placer pero ¿y el reverso negativo?¿Por qué no propones al comensal que sufra y que sienta dolor?¿Por qué no te atreves con la muerte? Nadie lo ha hecho». Tomó un trago de whisky y se defendió arguyendo que para un crítico era muy fácil opinar, «dibujar teorías», había dicho, pero que sus clientes no entenderían, que los podía perder, y también las estrellas, que al final toda esa experimentación terminaría comohabía terminado para Lopriore, con muchas deudas y el restaurante cerrado. Arelló sonreía, sabía que había sembrado algo, y cuando estuvo satisfecho se retiró a la oficina para echar una siesta. Se iría al despertar. Había empezado a llover, apretó el paso. Las botas se hundían en la tierra del camino