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 Le ayudé a comprender algunos problemas, fue  El monologo de Roberto me desconcertó. Jamás mi momento. Salí con ella. La enamoraba. Ella me imaginé el odio tan inusitado que provocaba en él. correspondía, en verdad lo hacía. Siempre al despedirme me obsequiaba un tierno beso en los  —Pues, tú dices, cuando digas ya, en ese momento labios. Pero llegaste, tuviste que entrometerte. disparo. Quiero que tú mismo me pidas morir. Llegaste imponente, como siempre. Como el buen galán que eres. La envolviste con tus bromas. Con  Ya solo restaba alargar mis últimos instantes. tu buen humor —el rostro de Roberto había cambiado, la historia que narraba parecía dolerle,  —Ándale, cabrón. No tengo todo tu tiempo. Ya le arañaba las entrañas—, fue la primera sabes que si me desespero te disparo de una vez. Y chingadera que me hiciste. Porque  te  las he estado es más, te meto mil pinches plomazos. Si me lo contando, cabrón. Tiempo después cuando pude pides tú de uno te chingo y ya. hacerme de una carrera en la política y me nombraron secretario de finanzas, no dejaste de  No tenía salida. Bueno en realidad existían dos. joderme en tu columna. Y este país te cree un dios Demorar mi muerte y quizá ser salvado por la de la crítica. Tu opinión es como una religión aquí. policía o acabarlo todo como decía Roberto, de Me chingaste. Cada cosa que hacía la criticabas. una vez, al gritar ya.  Ya había perdido el temple. Eres un pinche sabueso, eso nadie te lo niega. Perdí Elegí la segunda. adeptos, y perdí la gubernatura del estado. Poco a poco fui perdiendo mi confianza. Te vi en el bar, —Ya otra vez me quitaste a mi chica, y como de costumbre ni siquiera te diste cuenta, porque  El disparo penetró con precisión en el cráneo. Aleida era otra porrista tuya. Seguía de cerca tus Roberto cayó inerte sobre el suelo. Bill gritó con pasos, leía todo lo que publicabas en esa pendeja voz sonora: revista. Entonces supongo que no le dolió dejarme. Acabábamos de pelear y argumentó que prefería  —Ésta es mi venganza por todo lo que me has estar con unos amigos en ese momento. Mintió, se hecho. Siempre te serví fielmente. Y eso no te fue para estar contigo.  Ahí comenzó mi odio hacia importó. Me trataste como una cucaracha, como ti. Esa es la verdad. Te odio. Te odio con todo mi uno más. No me dejabas ver a mi familia. Sólo te poder. El verte con Aleida me dio una posibilidad, pedía eso. Sólo eso. Nada más era tu posesión. No una posibilidad de venganza. Los seguí hasta tu podía dejar que siguieras chingando a la gente. casa. El que estuvieran largo rato en el carro me dio la oportunidad de mandar a mis hombres a  La escena me dejó atónito, congelado. que entraran. Fue fácil, solo volcaron un poco de tafil en la única botella que tenías. Sabía que la  —Detrás de esa puerta se encuentra una escalera sacarías, te conozco bien, la fiesta continuaría. Y lo que desemboca en una salida trasera. Por ahí hiciste, caíste en la trampa. Como lo hiciste hace puedes escapar. Ellos no se darán cuenta. Por el rato al venir aquí. En fin, el punto es que la droga sonido del disparo piensan que estás muerto. Yo actuaría después de un tiempo. Quedaron me arreglo con los demás —mencionó Bill. completamente dormidos después de tener sexo. Ahí fue donde entré y yo mismo le disparé. Bajé las escaleras y salí. No sabía a donde Dejamos todo como estaba. Quería que te sintieras dirigirme. Corrí no más de tres cuadras cuando la desorientado, que pensaras que eras el asesino, que policía me arrestó. la desesperación te corroyera como un pinche perro.  Esa es la historia de cómo un domingo me encontré con la muerte dos veces, y de por qué de manera injusta llegué a la cárcel hace seis años.