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en todo quehacer artístico. Estas dificultades
surgen en gran medida de dos prejuicios
históricamente difundidos: que el crítico es un
creador frustrado y que la evaluación del arte es
una construcción de un grado de subjetividad
tan alto que es imposible una sistematización e
interpretación de cierta dimensión comunicativa.
Sin embargo, la tarea del crítico es superadora
de esos prejuicios ya que es el encargado de
construir lecturas orientadoras sobre los
espectáculos, desarrollando prácticas de
descripción, interpretación y calificación, y
realizando conexiones de la obra con otras
producciones del mismo creador, con distintas
series teatrales y con el conjunto del campo
escénico.
Igualmente es frecuente que la relación entre
el campo creativo y el crítico recorra un camino
de cornisas donde la tensión se hace evidente.
Según Pablo Gorlero, crítico del diario La Nación,
“la tensión existe porque nuestra práctica
profesional tiene un peso enorme en la actividad
teatral. Una buena o mala crítica puede definir el
destino de una obra teatral, situación que pone
a la defensiva al ego de muchos artistas y que a
la vez implica una gran responsabilidad para
nosotros”.
Por su parte, Patricia Espinosa, crítica teatral
del diario Ambito Financiero, sostiene que “no
se debería perder contacto con artistas y
creadores. Lo ideal es compartir con ellos un
franco diálogo o al menos habilitar esa
posibilidad. El crítico
no es un actor y/o
director frustrado, sino
un testigo privilegiado
que disfruta
enormemente de su
rol de espectador. Y
esto lo lleva a
investigar en la
actividad escénica y a
dar cuenta de sus
hallazgos”.
A la hora de evaluar
quiénes son los