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Un mundo
de 4.000
caracteres
Desde hace bastante se sabe (y se ha repetido
bastante para que se sepa) que el texto dramático no
es teatro, es literatura (o algo parecido a esta).
Literatura incompleta y teatro virtual, posible, a
futuro. Las fuerzas de la escena deben nacer y crecer
allí mismo. Hay que sostenerlas y no permitirles la
emancipación más que a ese instante. Los directores
y los actores han devenido demiurgos y la
dramaturgia se ha secularizado. Posiblemente todos
los escritores/dramaturgos que componen este
volumen comulguen más o menos con esta idea, sin
embargo ante el pedido de generar un texto con la
obstrucción signada por una cantidad azarosa de
letras, lo han hecho con entusiasmo. Creo que la
cuestión del formato responde, levemente quizás, a
4.000 caracteres. Este es el título de una experiencia
promovida por la revista Llegás a Buenos Aires, que
fue editada por la editorial INTeatro cuya propuesta
concreta (un límite para escribir) es una respuesta
directa a una problemática concreta (falta de
espacio gráfico para publicar). Publicamos los
fundamentos del director del proyecto y uno de los
textos seleccionados, del autor Santiago Loza.
que hoy los pensamientos más intempestivos van de
la ocurrencia al teclado y del teclado a la red. Todo se
comenta en forma hiperveloz. Hiperreal. La auténtica
época de la transparencia. Baudrillard contento. Sin
mucho proceso. Lo pienso, me agrada, lo posteo.
Claro que el éxito de la publicación (según la escala
Likes) depende de la sagacidad del escriba: breve
pero claro, sintético y efectivo. Estos textos también
responden a esta lógica. Algunos son de un solo
personaje, otros atraviesan varios espacios, otros
recortan un momento eterno. Pero todos podrían ser
el posteo de un estado interior. En unos años toda la
arqueología de la evolución de un sujeto estará
escrita en algún perfil. Tanto la curva de sus ideas
como la degradación de la imagen de su cuerpo van a