Virgilio Piñera al borde de la ficción (La Habana: Editorial UH / Letras Cubanas, 2015) | Page 76
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« VIRGILIO PIÑERA AL BORDE DE LA FICCIÓN. COMPILACIÓN DE TEXTOS »
dedicarse al noble ejercicio de las letras. Y pregunta capital: ¿de qué
vivimos? Del aire, de expedientes, de la peseta que nos da el amigo, de
las cien tremendas humillaciones, de sueños y hasta de quimeras.
Expliquemos esta última apreciación. Como no tenemos consistencia ni social ni económica, tendemos cada vez a perdemos en vagas
ensoñaciones, a perder de vista la realidad inmediata; como el librito
que publicamos a costa de sacrificios sin cuento debemos regalarlo
(venderlo no, ello equivaldría insultar a nuestro probable lector, ya que
ese lector piensa que es bastante favor tomarse el trabajo de recibir
nuestro libro), como nos vemos en la necesidad de llegar a la redacción
de un periódico a suplicar con voz temblorosa que se nos publique un
artículo, como las más de las veces el artículo es rechazado, y encima
debemos aceptar que se nos tilde de raros, de enrevesados y hasta de
locos, como vemos que pasan los años y la situación se prolonga,
como escuchamos a cada momento frases de este tenor: «—Ah, usted
es escritor... ¿Para qué canal escribe? ¿De cuáles de las comedias radiales es usted autor?», o el señor al que acabamos de ser presentados nos
tome por panadero o por mecanógrafo, como a cada momento nuestra
razón de ser de escritor está puesta en tela de juicio, sucede que poco
a poco nos vamos convirtiendo en soñadores y en fantasmas.
En el momento en que Batista se apodera del poder el 10 de marzo
ya hace mucho rato que hemos devenido fantasmas. Batista temía a
las fuerzas vivas de la nación y sus golpes iban dirigidos contra el estudiante, el obrero, el campesino, el profesor, el periodista, pero jamás
se planteó un conflicto con este escritor-fantasma. Por ejemplo, en la
Argentina la clase intelectual -poderosa, organizada- significó un
gravísimo problema para Perón. Tanto le temía que humilló a Borges
cambiando su puesto de bibliotecario por un empleo en el Mercado de
Abastos (sección aves de corral) y encarceló a Victoria Ocampo en un
establecimiento penal para prostitutas. Estos dolores de cabeza Batista
no tendría que padecerlos por nuestros ataques.
Aceptando que nada hicimos para oponernos al terror batistiano
importa mucho puntualizar que, en tanto que clase, no estábamos en
condiciones de formar lo que en jerga revolucionaria se llama «frente
unido». Batista temblaba si se rumoraba que los obreros de la COA2
irían a la huelga o si los estudiantes preparaban un acto de calle.
Pero a nosotros, que no estábamos organizados, sin una sociedad de
escritores que nos representara, sin publicidad de ninguna clase, sin
eco alguno en el pueblo, ¿se nos temería? Pero de todo esto, con ser
de suma importancia representa solo el aspecto, diríamos, mecánico,
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Cooperativa de Omnibus Aliados.