Virgilio Piñera al borde de la ficción (La Habana: Editorial UH / Letras Cubanas, 2015) | Page 47

PIÑERA EN LUNES DE REVOLUCIÓN• 389 poeta. Y conste que en la historia de nuestras letras los pequeños grandes poetas se pueden contar con los dedos de una mano. Y esto puede extenderse a toda nuestra América. Si no me equivoco, en el prólogo a la Antología de poetas argentinos, Borges dice: «Al contrario de nuestros hermanos del Norte [cito de memoria], los sudamericanos no hemos producido todavía un Poe, un Melville, un Whitman»...4 Latinoamérica, me parece que con la excepción de Neruda, ha producido hasta ahora esos pequeños, admirables, milagrosos «pequeños grandes poetas»: Vallejo, Huidobro, Octavio Paz, Lezama, Guillén. A su vez, Ballagas, con pleno derecho, forma en esa constelación, y a cada día que pasa sus poemas son más leídos y su resonancia se va haciendo cada vez más sonora. Leyéndolo, un amigo en Buenos Aires me decía: «—Pero, che, ustedes los cubanos son macanudos: tienen a Ballagas y no se dan cuenta». Claro, él, como recién se asombraba, quería que también nosotros no saliéramos de nuestro asombro. Y es por eso que a cinco años de su muerte, no pudiendo asombrarnos, nos sintamos, en cambio, conmovidos. La Revolución se fortalece* Que la Revolución está amenazada, que la Revolución vive una etapa difícil es cosa de sobra sabida. Sin embargo, de esas amenazas, de tales dificultades se van haciendo los cimientos inconmovibles sobre los que descansará firmemente la estructura revolucionaria. Si la Revolución está amenazada es porque la Revolución representa una fuerza arrolladora. Si la Revolución estuviera debilitada, sus enemigos esperarían tranquilamente sus últimos estertores para agarrar ese poder que se les ha escapado para siempre de las manos. Imaginemos por un momento que a Batista se le hubiera ocurrido repartir las tierras a los guajiros. A Fidel no le habría quedado otro remedio que abandonar la lucha. Pero como no fue así, como fue Fidel quien repartió las tierras, como fue Fidel quien tocó en el corazón de esos guajiros como se toca a una puerta amiga, a Batista, a sus amigos o a los intereses extranjeros no queda otra cosa que reconocer ese hecho incontrovertible. Por supuesto, como padecen el mal incurable que se llama «la nostalgia de la explotación del hombre», hacen cuanto está en sus manos por que vuelvan los, para ellos, dorados días de la explotación. Pero hasta en eso tienen mala suerte y calculan mal sus disparos: el bombardeo de ayer, el atentado de mañana, los volantes * 4 N.° 33, La Habana, 2 de noviembre, 1959, p. 15. Jorge Luis Borges: «Prólogo», Antología poética argentina, nos Aires, 1941, p. 11. Sudamericana, Bue-