Virgilio Piñera al borde de la ficción (La Habana: Editorial UH / Letras Cubanas, 2015) | Page 47
PIÑERA EN LUNES DE REVOLUCIÓN•
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poeta. Y conste que en la historia de nuestras letras los pequeños
grandes poetas se pueden contar con los dedos de una mano.
Y esto puede extenderse a toda nuestra América. Si no me equivoco, en el prólogo a la Antología de poetas argentinos, Borges dice:
«Al contrario de nuestros hermanos del Norte [cito de memoria],
los sudamericanos no hemos producido todavía un Poe, un Melville,
un Whitman»...4 Latinoamérica, me parece que con la excepción
de Neruda, ha producido hasta ahora esos pequeños, admirables,
milagrosos «pequeños grandes poetas»: Vallejo, Huidobro, Octavio
Paz, Lezama, Guillén. A su vez, Ballagas, con pleno derecho, forma
en esa constelación, y a cada día que pasa sus poemas son más leídos
y su resonancia se va haciendo cada vez más sonora. Leyéndolo, un
amigo en Buenos Aires me decía: «—Pero, che, ustedes los cubanos
son macanudos: tienen a Ballagas y no se dan cuenta». Claro, él, como
recién se asombraba, quería que también nosotros no saliéramos de
nuestro asombro. Y es por eso que a cinco años de su muerte, no
pudiendo asombrarnos, nos sintamos, en cambio, conmovidos.
La Revolución se fortalece*
Que la Revolución está amenazada, que la Revolución vive una etapa
difícil es cosa de sobra sabida. Sin embargo, de esas amenazas, de
tales dificultades se van haciendo los cimientos inconmovibles sobre
los que descansará firmemente la estructura revolucionaria.
Si la Revolución está amenazada es porque la Revolución representa
una fuerza arrolladora. Si la Revolución estuviera debilitada, sus enemigos esperarían tranquilamente sus últimos estertores para agarrar
ese poder que se les ha escapado para siempre de las manos.
Imaginemos por un momento que a Batista se le hubiera ocurrido
repartir las tierras a los guajiros. A Fidel no le habría quedado otro
remedio que abandonar la lucha. Pero como no fue así, como fue Fidel
quien repartió las tierras, como fue Fidel quien tocó en el corazón de
esos guajiros como se toca a una puerta amiga, a Batista, a sus amigos
o a los intereses extranjeros no queda otra cosa que reconocer ese
hecho incontrovertible. Por supuesto, como padecen el mal incurable
que se llama «la nostalgia de la explotación del hombre», hacen cuanto
está en sus manos por que vuelvan los, para ellos, dorados días de la
explotación. Pero hasta en eso tienen mala suerte y calculan mal sus
disparos: el bombardeo de ayer, el atentado de mañana, los volantes
*
4
N.° 33, La Habana, 2 de noviembre, 1959, p. 15.
Jorge Luis Borges: «Prólogo», Antología poética argentina,
nos Aires, 1941, p. 11.
Sudamericana, Bue-