Virgilio Piñera al borde de la ficción (La Habana: Editorial UH / Letras Cubanas, 2015) | Page 45
PIÑERA EN LUNES DE REVOLUCIÓN•
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por la belleza formal-; de gritos se han convertido en suspiros, y, para
eso, en suspiros quintaesenciados; no se advierte el menor rastro de los
efectos devastadores de una pasión y, si ella azotó una vida, el autor la
sometió a una alquimia tan absoluta que de la misma solo aspiramos
su perfume, pero no sus miasmas.
Mas volvamos a Ballagas. Después de coquetear con la poesía
de Florit y hasta imitarla un poco, aun cuando seguía afirmando que
Florit era nuestro gran poeta, Emilio se apartó bruscamente de todo
eso. En 1936 (año en que lo conocí) hizo una visita a Camagüey, donde yo residía. Una noche, después de cenar en casa, yo le mostré un
poema, parece que muy alambicado, muy hecho. Dando golpes a su
pierna con el papel, me dijo con inesperada vehemencia:«—Pero, aquí,
¿dónde estás tú, Virgilio?». Entonces me habló de «Elegía sin nombre»,
insistiendo todo el tiempo en que en dicho poema él había puesto su
cuerpo y su alma. De pronto citó, muy emocionado, el verso final de
un soneto de Sor Juana: «Mi corazón sangrando entre tus manos».2
Pasó un año y medio. Yo me fui a vivir a La Habana para empezar
mis estudios universitarios. Un día nos encontramos, y cuando previa
cita volvimos a vernos fue para entregarme «Elegía sin nombre». Entonces me dijo, mientras me lo dedicaba: «—Ahora estoy bien metido
en el sufrimiento». Y añadió: «—Si cuando ya no exista a alguien se
le ocurre escribir sobre mí, por lo menos no me echarán en cara el
sufrimiento».
Con ese poema (con los demás que siguieron) Ballagas comunicó
a la poesía cubana esefrisson nouveau de que hablaba al principio.
No sería excesivo ni tampoco desatinado afirmar que La Habana
entera se sobresaltó y se conmovió con la «Elegía...». El lector puede
imaginar en este punto el número de poemas que a diario ven la luz
pública o cualquier otra clase de luces y, consecuentemente, también
puede imaginar su poca o ninguna resonancia. El público puede hacerse lenguas fácilmente de una obra de teatro, de una canción, pero
¿de un poema? No es tan fácil. Cuando digo La Habana entera, se
comprenderá que hablo de las cien personas que en esta ciudad tienen
algo que ver con la poesía, pero, aun así, no es cosa frecuente que un
poema «quede» encajado de manera definitiva, nos alborote y nos
conmueva. La «Elegía sin nombre» cumplía con todos los requisitos
del caso para producir este efecto. Para empezar, si el poema no va
más allá del poema, su efecto se perderá poco a poco como círculos
concéntricos que una piedra hace sobre la superficie de las aguas. Por
el contrario, Ballagas lograba que su «Elegía...», propagando más y
El verso exacto del soneto es: «mi corazón deshecho entre tus manos».