Virgilio Piñera al borde de la ficción (La Habana: Editorial UH / Letras Cubanas, 2015) | Page 45

PIÑERA EN LUNES DE REVOLUCIÓN• 387 por la belleza formal-; de gritos se han convertido en suspiros, y, para eso, en suspiros quintaesenciados; no se advierte el menor rastro de los efectos devastadores de una pasión y, si ella azotó una vida, el autor la sometió a una alquimia tan absoluta que de la misma solo aspiramos su perfume, pero no sus miasmas. Mas volvamos a Ballagas. Después de coquetear con la poesía de Florit y hasta imitarla un poco, aun cuando seguía afirmando que Florit era nuestro gran poeta, Emilio se apartó bruscamente de todo eso. En 1936 (año en que lo conocí) hizo una visita a Camagüey, donde yo residía. Una noche, después de cenar en casa, yo le mostré un poema, parece que muy alambicado, muy hecho. Dando golpes a su pierna con el papel, me dijo con inesperada vehemencia:«—Pero, aquí, ¿dónde estás tú, Virgilio?». Entonces me habló de «Elegía sin nombre», insistiendo todo el tiempo en que en dicho poema él había puesto su cuerpo y su alma. De pronto citó, muy emocionado, el verso final de un soneto de Sor Juana: «Mi corazón sangrando entre tus manos».2 Pasó un año y medio. Yo me fui a vivir a La Habana para empezar mis estudios universitarios. Un día nos encontramos, y cuando previa cita volvimos a vernos fue para entregarme «Elegía sin nombre». Entonces me dijo, mientras me lo dedicaba: «—Ahora estoy bien metido en el sufrimiento». Y añadió: «—Si cuando ya no exista a alguien se le ocurre escribir sobre mí, por lo menos no me echarán en cara el sufrimiento». Con ese poema (con los demás que siguieron) Ballagas comunicó a la poesía cubana esefrisson nouveau de que hablaba al principio. No sería excesivo ni tampoco desatinado afirmar que La Habana entera se sobresaltó y se conmovió con la «Elegía...». El lector puede imaginar en este punto el número de poemas que a diario ven la luz pública o cualquier otra clase de luces y, consecuentemente, también puede imaginar su poca o ninguna resonancia. El público puede hacerse lenguas fácilmente de una obra de teatro, de una canción, pero ¿de un poema? No es tan fácil. Cuando digo La Habana entera, se comprenderá que hablo de las cien personas que en esta ciudad tienen algo que ver con la poesía, pero, aun así, no es cosa frecuente que un poema «quede» encajado de manera definitiva, nos alborote y nos conmueva. La «Elegía sin nombre» cumplía con todos los requisitos del caso para producir este efecto. Para empezar, si el poema no va más allá del poema, su efecto se perderá poco a poco como círculos concéntricos que una piedra hace sobre la superficie de las aguas. Por el contrario, Ballagas lograba que su «Elegía...», propagando más y El verso exacto del soneto es: «mi corazón deshecho entre tus manos».