Vida Médica Volumen 70 N°2 - 2018 | Page 63

VIDAMÉDICA / HISTORIA DE LA MEDICINA { 63 MUERTE EN EL PABELLÓN DE ANATOMÍA Dr. Julio Cárdenas Presidente de la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina Las condiciones vendrían a mejorar sólo desde 1853, cuando se nombra a un disector para efectuar los trabajos anatómicos. El nuevo anfiteatro anatómico En Abril de 1889 se inaugura el nuevo edificio de la Escuela de Medicina en la Cañadilla, actual calle Independencia. El jefe de trabajos prácticos es un empleado que dirige los ejercicios de anatomía y operaciones, sus ayudantes se llaman disectores. Eso contribuye a manejar mejor las infecciones de origen cada- vérico. Profesores y alumnos disponen de un amplio auditorio y salas de disección bien iluminadas y con abundante venti- lación, pero que carecen de lavatorios, depósito de cadáveres, refrigeradores, entre otros. L a primera muerte documentada debido a la disección de cadáveres nos lleva al s. XVIII, con el fallecimiento del anatomista Giovanni Domenico Santorini (1681- 1737). Conocida también es la de Jakob Kolletschka, en Austria (1818-1965), pinchado en el dedo por el bisturí de uno de sus estudiantes. La muerte era tan común en las escuelas de medicina que con- tribuyó a la búsqueda de otras formas de enseñanza de anato- mía, como la utilización de modelos de cera y papel maché, en reemplazo de los cadáveres. Se aconsejaba el uso de vaselina, manteca de cerdo o mezclas que contenían aceite de bergamota con el fin de disminuir el riesgo de infección. Los primeros fallecidos en Chile La clase teórica y práctica de anatomía se establece en Chile desde fines del s. XVI. El año 1833, los estudios médicos se aso- cian al Instituto Nacional. Componen el primer año once alum- nos. Trabajaban con cadáveres descompuestos o cuyas causas de muerte eran infecciosas o desconocidas. Dos alumnos mue- ren durante el segundo año; en el tercero, dos; en el cuarto año, uno; y en el quinto, otro. Las causas eran: “la mala ventilación presente en el cuarto de disección, sin agua ni paños con que asearse, sin un vestuario a propósito i sin ninguna regla hijié- nica que los precaviese de los funestos estragos de la putrefac- ción i los contagios”. El origen de los cadáveres “Los recién operados”, provenientes del Hospital San Vicente de Paul; “los de la morgue”, los mejores, “tipos sanos que se ma- tan peleando a puñaladas”; “los de las enfermedades crónicas”, más bien enjutos, con afecciones cardiacas o renales, no siem- pre aseados y sin parásitos; y “los donados”, que llegan luego de un trámite voluntario notarial. La Infección cadavérica, un caso de principios del siglo XX En el s.XX, seguían contagiándose los alumnos. Se conocía como “la infección cadavérica”. ¿Sus causas? Ausencia del uso de guantes, los que recién se empiezan a utilizar desde más o menos 1896 y se hervían en agua antes de operar. Antes se practicaría la antisepsia, enseñada por Manuel Barros Borgoño en 1880. Se lavaban las manos, se empapaban las ropas y se pulverizaba la sala con ácido fénico. En anatomía, el uso de guantes se establecería recién en 1908. El uso de desinfectantes irritantes como el ácido fénico, produ- cía eczemas favoreciendo el ingreso de los agentes bacterianos cadavéricos. En 1907 el alumno de anatomía Agustín Icaza Barros, contrajo una “infección cadavérica”. Usaba fenol y no guantes para su protección como todos. Se salvó de la muerte. A principios del siglo XX, por el uso de medidas de prevención, mejor conocimiento de las enfermedades y medios de transmi- sión, así como el uso de químicos para la preservación cadavé- rica, bajan ostensiblemente los índices de infección, haciendo que la práctica con cadáveres sea más segura hoy.