Vida Médica Volumen 68 Nº1 - 2016 | Page 75

investigación cientifico-médica 75 L os médicos que hacen ciencia en Chile están incómodos. La promulgación de la Ley Ricarte Soto (N° 20.850) incluyó modificaciones al Código Sanitario, que incorporaron normas que regulan los ensayos clínicos con productos farmacéuticos y elementos de uso médico. Si bien las facultades de medicina del país declararon su apoyo general a la nueva ley, manifestaron oportunamente su preocupación, solicitando que los temas vinculados a investigación se discutieran posteriormente con mayor análisis técnico y participación ciudadana. Sin embargo, la normativa fue promulgada con la controvertida modificación, la que en términos generales exige un “autorización especial” del ISP para cada investigación, incluyendo un seguro de responsabilidad civil que responda por los daños, incluso si no pudieron preverse. Puesto que aún no se sabe cómo implementar dichas exigencias, los investigadores, entre ellos médicos doctorandos, han visto resentido su trabajo, con investigaciones reformuladas o derechamente detenidas. Lo sucedido con la Ley 20.850 no les pareció un hecho aislado, sino parte de la improvisación con que se trabajan las políticas públicas en materias de investigación. La renuncia de Francisco Brieva a la presidencia de CONICYT, tras cumplir seis meses sin recibir sueldo, a la que luego se sumó Bernabé Santelices, quien dejó el cargo tras dos meses, parece ser una muestra del estado de la ciencia en Chile. Los científicos sintieron que tocaron fondo y salieron a la calle el pasado 12 de noviembre, cuando la llamada “Furia Científica” llegó a La Moneda para exigir recursos y terminar con la precariedad laboral que les afecta. Capítulo Médico Un grupo de jóvenes médicos, que cursan sus doctorados en ciencias, pidieron la asesoría del Colegio Médico y Falmed, y se constituyeron como Capítulo Médico de la Orden. La organización quedó compuesta por el Dr. Juvenal Ríos, presidente; Dra. Florencia Álamos, vicepresidenta; Dra. Danay Espinoza, secretaria; Dr. Tomás Labbé como director Ejecutivo y la Dra. Paola Toledo, directora académica. Su presidente, el Dr. Ríos, destaca que en su formación coincidieron “intereses comunes y particularidades, pues éramos médicos que estábamos cursando programas de doctorados en ciencias básicas, ciencias biológicas, biomedicina, neurociencias y fisiología, entre otras”. Sus primeras tareas, dice, fueron poner en la discusión el impacto de la Ley Ricarte Soto en las investigaciones y la precariedad de su situación contractual. Luego vino la invitación a participar del Departamento Científico Docente del Consejo Regional Santiago, y del Departamento de Formación y Acreditación de la Orden. Un cuarto tema vino de la mano del propio Dr. Enrique Paris, quien les solicitó colaborar en la formación del Centro Nacional de Investigación en Salud Mental, lo cual concitó especial interés en los capitulares, en su mayoría vinculados a la materia. En su misión, subyace un trabajo a largo plazo, y que busca la reivindicación del médico investigador. “Queremos recuperar el concepto del médico científico, un médico investigador como algo natural, y como una vía valiosa, legítima y bien valorada por el resto del cuerpo médico. Que para un recién egresado tenga lógica y sentido seguir una carrera de investigador tanto como ser cirujano, traumatólogo o pediatra, porque la ciencia es parte de la medicina tanto como las otras especialidades”, considera el Dr. Tomás Labbé, director ejecutivo del capítulo. A su juicio, el médico científico puede ser el puente que conecte a los laboratorios donde se hace investigación con los pacientes, indicando los tratamientos más adecuados. Esto tiene que ver con la llamada medicina traslacional, que facilita la transición de la investigación básica a las aplicaciones clínicas, para potenciar la ciencia e investigación como eje imprescindible del progreso. Investigación y la Ley Ricarte Soto La Ley