62 Vida Médica
D
urante sus 70 años de ejercicio
de la profesión, el Dr. Antonio
Rendic siempre brindó atención
gratuita a miles de personas de escasos
recursos. “Por ello era clásico ver cada
mañana una larga fila de personas en calle
Latorre, frente a su casa en pleno centro
de Antofagasta, esperando su turno”. Así
recuerda el sacerdote jesuita Luis Palavicino, capellán del Colegio San Luis de
esa ciudad, la entrega y compromiso con
el prójimo del facultativo nacido en el 2
de diciembre de 1896, en Sutivan, isla de
Brac, ex Yugoslavia.
“La gente consideraba en esa época como
un milagro que un médico les entregara
gratis los remedios o que les diera dinero
para que los compraran” a las personas
que lo necesitaban, continúa el sacerdote
Palavicino. Así fue como el Dr. Rendic se
hizo conocido para siempre como el “Médico de los Pobres” entre los habitantes
de la región.
Antonio Rendic Ivanovic, cuya familia emigró a Antofagasta cuando él tenía 3 años
de edad, ingresó a la Escuela de Medicina
de la Universidad de Chile y se tituló como
médico en 1922. También estudió parcialmente pedagogía en castellano, pues las
letras fueron otra de las grandes pasiones
de este hombre multifacético, quien llegaría a convertirse además en uno de los
poetas más reconocidos del norte del país.
Poseedor de una profunda fe católica,
también era llamado el “Apóstol de los
Humildes”. Siempre fue un sólido ejemplo
cristiano, incluso para con sus propios colegas de profesión: “El Dr. Rendic, en sus
cátedras de medicina, siempre pidió a sus
alumnos que jamás se enriquecieran con
el dinero de los pobres”, destaca el capellán Palavicino.
“El Dr. Rendic también fue también un
profeta contestario”, recalca el religioso,
Mirtha de la Vega, presidenta de la Corporación Cultural Andrés Sabella, organización que
resguarda el legado literario del “Médico de los Pobres”.
recordando cuando alzó la voz luego de
comprobar científicamente que en ese entonces el arsénico presente en el agua era
el responsable de las primeras muertes
por cáncer en niños y adultos en la zona,
provocadas por la ingesta excesiva de este
elemento tóxico.
Proceso religioso
Tras fallecer el 13 de febrero de 1993, no
resultó extraño que surgieran voces pidiendo su elevación a los altares. Su viaje
la santidad ya cumplió una primera etapa,
al ser reconocido como «Siervo de Dios»
por el Arzobispado de Antofagasta en
2011.
Buscando que avancen los procesos de
beatificación y canonización, ya son 1.600
testimonios de agradecimiento a su per-
sona, escritos principalmente en libros
dispuestos en distintos puntos de la ciudad y en la Catedral de Antofagasta, entre
los cuales también figuran, mensajes por
favores concedidos, que dan cuenta del
cariño y agradecimiento de los antofagastinos hacia el Dr. Rendic.
Se espera que durante este año se abra