Vida de San Juan Bautista De La Salle VIDALASALLE | Page 9

Lo siguiente que recuerdo es que, casi sin darme cuenta, me había convertido en el tutor y protector de estos maestros; rezaba con ellos, les daba instrucciones sobre cómo enseñar y les aconsejaba en sus problemas familiares y personales. Les alquilé una casa para que ellos y los de la otra escuela pudieran vivir juntos. Dado que Nyel estaba con frecuencia fuera, en busca de nuevas escuelas que abrir, yo era el que tenía que resolver los problemas escolares que iban surgiendo cada día. Por ello, de vez en cuando invitaba a los maestros a comer a mi casa. Al año siguiente, cuando cumplí los 30, tomé una decisión más importante aún: invité a todos los maestros, una media docena más o menos, a vivir en mi casa. Este hecho cayó como una bomba en la familia. Pensaron que me había vuelto loco. Uno de mis hermanos hasta se marchó de la casa. Los otros dos que se quedaron lo asumieron, aunque no hiciera mucha gracia que aquellos hombres, sin el refinamiento ni los modales de nuestra clase, vivieran con nosotros. La noticia de que nuestros maestros dirigían las escuelas con eficacia se extendió rápidamente por las poblaciones cercanas a Reims. En poco tiempo abrimos cuatro nuevas escuelas. La gente se dio cuenta en seguida de que éramos realmente buenos enseñando lectura, escritura, cálculo y, sobre todo, religión. En esto último éramos auténticos especialistas. Dos siglos más tarde, el papa Pío X nos concedería oficialmente el título de `Apóstoles del Catecismo". Una vez, regresando a Reims a caballo desde uno de estos pueblos; me sorprendió una terrible tormenta de viento y nieve. Perdí el camino y caí en un hoyo. Casi morí, tanto por la caída, como por no poderme mover y estar a punto de quedar allí congelado. La gente dijo que había tenido mucha suerte de salir vivo y que me salvé de milagro. Nunca llegué a recuperarme del todo de aquel accidente. Años más tarde empecé a sufrir de reumatismo, particularmente en las rodillas. Los huesos, como se suele decir, tienen memoria. Con el tiempo decidimos llamarnos Hermanos en vez de maestros de escuela y nos vestimos con un tipo de ropa que nos distinguía de los campesinos y de los clérigos. Tanto el nombre como el hecho de vestir todos igual, nos dio una cierta identidad que contribuía a sentirnos unidos y satisfechos de nosotros mismos, aunque algunos nos hicieran burla por las calles debido a la pobreza y sencillez de nuestro aspecto. A medida que transcurrían los días, de paso en paso, de compromiso en compromiso, me sentía más y más atraído por el tema de las escuelas, de los maestros, de los niños pobres que instruíamos, y especialmente atraído por Dios que hablaba y actuaba a través de ellos. No quiero ocultarte que algunos de nuestros hombres encontraron nuestra manera de vivir demasiado dura de sobrellevar y empezaron a quejarse. Entiendo