Vida de San Juan Bautista De La Salle VIDALASALLE | Page 8

ver claro lo que debía hacer con mi vida. Dios se sirvió de él para ligarme para siempre al mundo de la educación. Ambos mirábamos en la misma dirección, la de los barrios pobres de las ciudades de toda Francia, y en particular, de los niños pobres que pululaban vagabundos por las calles de Reims. Pero no tenía ni idea de las dificultades que me esperaban: si lo hubiera sabido, no habría puesto encima ni la punta de un dedo. Los años que van de 1679 a 1685 fueron claves para mí. Dios tomó las riendas de mi vida y yo me fui comprometiendo en decisiones arriesgadas que cambiarían el curso de ésta para siempre. Un biógrafo ha definido esta etapa como "años de encarnación e identificación con el mundo de los pobres". Más tarde invité también a mis Hermanos a hacer lo mismo, a dejarse guiar por Dios y ser capaces de ver a Jesús bajo los pobres harapos de los niños a quienes enseñábamos. AÑOS Y SIEMBRA * GRANDES DECISIONES A los 28 años empecé a tomar las grandes decisiones que antes te indicaba, decisiones que me llevarían a otras cada vez más comprometidas. Algunos dicen, aunque yo no lo creo del todo, que el momento cumbre de mi vida estuvo en torno a los 30 años. Yo prefiero pensar que todo hombre está siempre en un proceso de crecimiento, continuamente madurando y desarrollándose como lo estás tú ahora. Pues bien, yo tenía esa edad cuando invité a Nyel y a su acompañante a pasar unos días en mi casa con el fin de ayudarle a abrir su escuelita para pobres. Esto puede parecerte insignificante a ti. Para mí, al mirar hacia atrás, aquella invitación fue un acto bastante impulsivo, casi como si "alguien" me empujase a hacerlo. Nyel no era del tipo de personas que solíamos hospedar en mi casa. Además, sólo acababa de conocerle. Vestía de manera parecida a los clérigos de los pueblos que, a veces, venían a nuestra casa. Su presencia no llamó demasiado la atención entre mis familiares y vecinos. Su compañero tenía unos 14 años y para mí, ahora que lo recuerdo, fue como el símbolo de todos los jóvenes que llenarían nuestras escuelas y que los Hermanos llevaríamos siempre en nuestro corazón. Junto con algunos sacerdotes amigos hice todo lo que estaba en mis manos para abrir la escuela y cuando creí que ya había terminado con ese proyecto, para sorpresa mía, otra señora rica, esta vez de nuestra misma ciudad de Reims, me pidió que abriera otra nueva escuela. Así lo hice, pero esta segunda escuela quedaba bajo mi entera responsabilidad, por ser yo quien había contratado a los maestros y quien consiguió que un párroco amigo les pagara un pequeño salario.