Vida de San Juan Bautista De La Salle VIDALASALLE | Page 5

todo, no pienses que se trataba sólo de un título honorífico; me exigía cinco horas diarias de dedicación en la catedral. A mí me agradaba, entre otras cosas, porque rompía la monotonía de mi vida, porque me gustaba orar y en parte también porque me traía recuerdos de cuando rezaba con mi abuelo. A los 18 años me gradué en la Universidad de Reims. Fue la culminación de los estudios realizados en el Colegio "Bonorum Puerorum". Por aquel entonces, teníamos muchas horas y muchos días de clase al año, por lo que, salvando las distancias, puede ser que a los 18 años tuviéramos un nivel educativo algo mejor del que se tiene hoy a la misma edad. De todos modos, este título sólo quería decir que estabas preparado para ir a la universidad. A los 19 años dejé mi casa y me encaminé a París para realizar los estudios sacerdotales. En un principio pensé en ser juez, como mi padre, pero pudo más un fuerte sentimiento interior hacia el sacerdocio. Si quieres, puedes denominarlo como "un llamado", algo silencioso, parecido más al susurro de una brisa que a un grito. Mis padres no pusieron demasiada resistencia; y eso que en aquellos tiempos, sólo los hijos menores podían dejar la familia para entrar en el ejército o hacerse clérigos. Los primogénitos, como yo, debían continuar la profesión del padre y heredar sus títulos y riquezas.  Cambio de planes Algunos acontecimientos familiares cambiarían un año después todos mis planes. Mi madre fallecía a los 36 años y al año siguiente moría mi padre con 47 años. No me gusta demasiado hablar sobre aquellos tiempos, ya que, como puedes imaginar, fue una de las épocas más tristes y dolorosas de mi vida. Piensa que yo sólo tenía 20 años. Como consecuencia de esta situación, tuve que abandonar a los buenos amigos que había hecho en el seminario de San Sulpicio de París y volver a casa, a hacerme cargo de mis hermanos y hermanas. Todo esto cambió mucho mi vida. Mi padre tuvo el cuidado de dejar todos los asuntos legales arreglados y me nombró responsable del cuidado de mis hermanos y de gestionar nuestras propiedades. Así que, a los 21 años, era el cabeza de familia y, a la vez me preparaba para el sacerdocio. Según la ley francesa de aquellos tiempos, yo aún era menor de edad. La mayoría se alcanzaba a los 25 años. La mejor definición que se me ocurre de la verdadera herencia que recibí de mis padres, tal vez podría expresarse con las palabras "raíces y alas". Todos estos acontecimientos me hicieron más serio de lo que yo era en realidad a esa edad; no obstante, mis hermanos, hermanas y mis abuelos me