Vida de San Juan Bautista De La Salle VIDALASALLE | Page 20

que había escalado algunas montañas escarpadas, y al llegar arriba, pudo contemplar los caminos y veredas por los que hubo que pasar. Lo que verdaderamente vi al final de mi vida, al escribir estas Meditaciones, fue que Dios me había ido empujando hacia esta misión con suavidad y con firmeza a la vez. Yo sólo fui una herramienta en sus manos. El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es una obra de Dios, no del hombre. Por eso insistí tanto en que el fundamento de la vida de los Hermanos es el "espíritu de fe". Les pedía que miraran los acontecimientos y las personas con los ojos de Dios. El Hermano es un sarmiento unido a la vid, que es Cristo; es un colaborador de Dios, un ángel de la guarda y un hermano mayor para sus alumnos. También les insistí en el "celo", en el entusiasmo y el ardor que hay que poner en lo que se hace, como otro de los cimientos de nuestro Instituto. El celo no es otra cosa que la fe desbordada en amor, el amor de Dios, un gigantesco río de gracia sobre el mundo. En el año de 1900 la Iglesia me incluyó en la lista de los santos. No se trataba sólo de mí. La Iglesia Universal reconocía también el trabajo y el valor de los hombres de cuya vida te contaré algo en la última parte de mi carta. Puedes decir con toda seguridad que fui proclamado oficialmente santo porque el centenar de hombres que vivieron conmigo y los que nos seguirían fueron santos. ¡Miles! El 24 de mayo de 1900, el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, sí, este grupo de santos y pecadores, fue proclamado santo aquel día. ¿Y tú? Mi peregrino compañero de viaje, ¿has soñado alguna vez en ser santo, en hacer de Jesús y de los hombres tu única opción? LA COSECHA Bueno, ya has visto todo el ruido que se hizo con mi vida y mi muerte. Tal como te mencioné antes, Dios me guió siempre mediante las circunstancias y las personas con que me tropezaba. Todo lo que hice fue seguir el camino que el dedo de Dios me indicaba, y cuando me llegó la hora de encontrarme definitivamente con Él, no fui capaz de decirle: "Espera un momento, Señor, aún me quedan unas pocas cosas por hacer". No, me llamó y allá fui. Hoy, los que forman la extensa Familia de La Sallé dicen que nunca llegué a morir, que sigo vivo en los Hermanos y Hermanas de La Sallé que han seguido mis pasos y se extienden ahora por todo el mundo. Alguno ha dicho que el Instituto es "la casa de Juan Bautista De La Sallé en este mundo". Somos una multitud de personas que entregaron su vida en el pasado y otros que la siguen entregando hoy. Millones de seres humanos han compartido nuestro espíritu y