Vida de San Juan Bautista De La Salle VIDALASALLE | Page 10

que era dura, porque las clases eran numerosas, la comida era escasa e insulsa, los muebles pobres, y el día largo y cargado de horas de trabajo escolar y de tiempos de oración en común. Alguno de los primeros Hermanos murió de agotamiento y otros abandonaron el trabajo. Intenté inspirarles confianza en la Providencia de Dios, pero ellos me decían: "es fácil hablar de Providencia cuando se tienen las espaldas seguras con un salario de canónigo y una buena herencia familiar. ¿Y nosotros? No tenemos más que lo puesto". Tenían toda la razón. Sólo las 1000 libras de mis honorarios como canónigo equivalían a cinco veces su sueldo. Con el fin de aclarar las ideas, decidí consultara un amigo que era un santo sacerdote. En muchas ocasiones de mi vida pude sacar las cosas adelante, gracias a que otros me echaron una mano. El consejo fue claro: "O saltas al vacío o abandonas. Date de lleno a esta misión que Dios pone en tus manos. Renuncia a tus privilegios, a tu posición bien remunerada en la catedral y da tu dinero a los pobres de la ciudad, que se están muriendo de hambre". * JUGÁRSELO TODO A UNA CARTA Había que jugárselo todo a una carta y eso exactamente fue lo que hice. Mi sitial en el coro de la catedral y el sueldo que representaba se lo entregué a un sacerdote pobre. El invierno de 1684 y 1685 fue extremadamente cruel. Las malas cosechas, como consecuencia de las guerras, y una terrible ola de frío que azotó Francia, extendieron el hambre por todo el país. Ante tal situación convertí todos mis bienes en dinero y el dinero en pan. En poco tiempo me había quedado sin nada; ni una moneda en el bolsillo para asegurar el día siguiente. ¡Sólo Dios! A partir de ese momento me sentí mucho más cerca de los maestros y de los niños de nuestras escuelas. Ahora podía decir con propiedad: "nosotros, los Hermanos". No había vuelta atrás. Había quemado todas mis naves. Los Hermanos nos habíamos convertido en seguidores radicales del Evangelio, con la confianza puesta en la Providencia, como las aves del cielo. Al final de todo este tiempo abrí una escuela para formar maestros. Hay quien ha dicho que ésta fue la primera escuela en el mundo de este tipo. Tal vez tengan razón. Esta obra iba dirigida a la raíz misma de todos los problemas educativos de la época; la incompetencia de los maestros. ¿Te confieso un secreto? Siempre estuve convencido de que no hay en la vida un regalo mayor que la educación recibida de un gran maestro o maestra. Seguro que tus padres te dicen lo mismo. Durante toda la vida, éste fue mi gran sueño; poner excelentes maestros en las aulas de las escuelas.