Veridis Music Febrero 2013 Febrero 2013 | Page 32

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Se sentía traicionado y humillado, él que adoraba a los Beatles y que anduvo descalzo por el desierto de la civilización moderna siguiendo a su Moisés, a su John. Pero Chapman era imbécil, ya que Lennon nunca mintió. John no dijo: “No tengo posesiones” o “No quiero tener posesiones”; dijo: “Imagina que no hay posesiones”, que es muy diferente. En cambio Bowie… Él sí es un farsante. La farsa ha sido su especialidad, ha hecho de ella un arte refinado, único en la historia del rock. Voy a acabar el trabajo que Chapman empezó, que curiosamente tiene el mismo nombre de pila que yo. Los psicópatas nos fijamos mucho en estas cosas.

Bowie, nacido en Londres el 8 de enero de 1947, es el mágico embaucador, como el conde Cagliostro, aquel príncipe de los charlatanes del siglo XVIII que transformaba el plomo en oro y duplicaba el tamaño de los diamantes. Para empezar, su nombre es falso, su verdadero nombre es David Robert Jones y lo cambia porque en el mundo del pop de la segunda mitad de los sesenta ya hay un Davy Jones, el componente de los

Monkees. Elige de apellido Bowie, nombre de un tipo de cuchillo afilado por los dos lados. David Bowie es su primer personaje. Genialmente caracterizado, se prepara para salir a escena con una mirada inquietante. Empieza la gran farsa

Su hermanastro Terry, un ávido lector, le cuenta historias de los beatnicks: Kerouac, Burroughs, Ginsberg. A través de esta anfetamínica prosa y la doliente poesía entra en el mundo del jazz, del be-bop.

Un jovencísimo Bowie, con su primer instrumento (un saxo) y su primer grupo, The Kon-rads. (Foto: Euroimagen)

Se compra un saxo y empieza a tocar con otros chicos del barrio en pequeños pubs. Coincide con Peter Frampton, otro chico de clase obrera que ascenderá a mega-estrella. Mientras, Terry va enloqueciendo lentamente y David le observa con una mezcla de miedo y atracción. El miedo a la locura le perseguirá toda su vida, pero este temor será una fuente importante de inspiración en su música. Bowie empieza a destacar como cantante, tiene un hermoso color en la voz y un más que digno vibrato. Aparca el saxo en favor de la guitarra. Y empieza a componer sus primeras canciones, que serán interpretadas por grupos que lidera, como The Kon-rads, The King Bees, The Manish Boys y The Lower Third. Con estética mod y haciendo rhythm and blues edita varios singles de nulo éxito. Es 1966 y vive en la casa familiar, una pobre construcción de techo bajo con desconchados en las paredes, un piso de madera oscura que la humedad ha transformado en una superficie irregular que recuerda a la campiña del noroeste de Inglaterra en otoño. El aspecto miserable del hogar de su familia contrasta fuertemente con su elegante traje mod. Se tumba en el sofá, enciende un cigarro y ve cómo se consume, mientras piensa en la mierda de bolo que ha hecho en el Shakespeare’s Head de Carnaby Street, con una audiencia de seis personas que ni siquiera escuchaba. Además, se ha peleado con su chica, Hermione.

Tan abatido se siente que lo dejaría todo, su chica, la música, Londres... Pero en ese momento ocurre algo extraordinario. Antes de acostarse, enciende la televisión para ver un poco el Top Of The Pops, el programa de música pop más exitoso del país

Quiero asesinar a David Bowie. Alcanzar la fama mediante un magnicidio de proporciones estelares, como el asesino de John Lennon, Mark David Chapman, un paria que encontró su sitio en el mundo, su objetivo vital, acabando con uno de los iconos del siglo XX. Además, yo tengo razones más lícitas para hacerlo. Chapman estaba obsesionado con la novela de J. D. Salinger El guardián entre el centeno, donde leyó: “El farsante debe morir”. Esta frase fue la revelación definitiva para él, ya que se sentía tan inadaptado como Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, y entendió que el farsante no podía ser otro que John Lennon. ¿Cómo podía cantar aquello de “imagina que no hay posesiones” a principios de los setenta y ahora estar recluido y enriqueciéndose vilmente en sus cinco pisos del edificio Dakota, con vistas a Central Park, Nueva York, mientras él se estaba pudriendo como una rata, viviendo un agosto eterno y sin un triste dólar?