Verdad y Vida Julio-Septiembre 2017 | Page 14

a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. No podéis seguirme, a menos que me améis más que a vues- tra propia vida. Si no estáis dispuestos a morir en una cruz, y a hacer lo que yo os diga, no podéis ser mis discípulos” (Lucas 14:26-27 Traducción en Lenguaje Actual, 2002) . Cuando aceptamos a Jesús como Salvador y Señor de nuestras vidas te- nemos que dejar de vivir para nosotros mismos, porque nuestro viejo hombre muere, como el apóstol Pablo afirmó: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si mo- rimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Ro- manos 14:7-8), y porque pertenece- mos a otro: “¿A- caso no sabéis que vuestro cuer- po es templo del Espíritu Santo, quien está en vosotros y que habéis recibido de parte de Dios? No sois vosotros vuestros propios due- ños” (1 Corintios 6:19) . Nuestras vidas están completamen- te en sus manos, bajo su provisión y di- rección. Somos lo que somos en rela- ción con él. Porque estamos unidos a Cristo, es que no somos nosotros los que vivimos ya en la vieja vida que te- níamos, sino en la nueva vida con la que resucitamos en su resurrección. El apóstol Pablo declaró así esta verdad: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por 14 Verdad y Vida Julio – Septiembre 2017 la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (Gálatas 2:20) . Jesús murió por todos los seres humanos y los reconcilió a todos con Dios, pero hizo eso como nuestro Señor y Salvador. Él y su amor inmerecido nos llaman a responderle, a recibir y aceptar exactamente lo que nos ha hecho ser en él y lo que nos ofrece, de acuerdo a quien él es: ¡Nuestro Señor y Salvador, nada más y nada menos! Aceptar y recibir el regalo que Dios nos ha dado, y lo que nos ha hecho ser en Cristo, conlleva el costo de arrepen- tirnos, de vaciarnos de todo lo que pue- da impedirnos recibir lo que nos ha