Verdad y Vida Ene-Feb 2017 | Page 10

no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:9-14). namente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: !Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:10-14). El título “Cristo”, que el ángel le da a Jesús, en hebreo equivale a la palabra Mesías, que significa ungido. La palabra “Señor” en griego se utilizaba como traducción del nombre divino; en el NT se aplica con frecuencia a Jesús. Cuando María había pasado los cuarenta días de la purificación, que prescribía la ley (Levítico 12:1-4), José y ella estaban preparándose para llevar a Jesús al templo para presentarlo y ofrecerlo a Dios como primogénito, pues según la ley todo hijo primogénito le pertenecía a Dios (Éxodo 13:2, 12), y a hacer la ofrenda de dos tórtolas o dos palominos correspondiente a la expiación y purificación de María (Lucas 2:2224; Levítico 12:6-8). Simeón ve la Salvación de Dios El evangelista Lucas nos narra en el capítulo 1 y 2 de su evangelio como fue nacimiento en la carne de aquel Verbo que era la bendición de Dios para todos los seres humanos. Así se lo anunció Dios a los pastores por medio de un ángel: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repenti10 Verdad y Vida Enero – Febrero 2017 La siguiente mañana Simeón despertó un poco desanimado y dudando de si hacer su visita regular al templo. Pero de repente fue compelido por un deseo irrefrenable de ir. Mientras caminaba por las calles de Jerusalén, rumbo al templo, como si fuera empujado por el viento y sin apenas esfuerzo, algo inexplicable lo iba llenando de una indudable convicción de que por fin vería cumplida la promesa que el Señor le había dado a conocer y esperado con tanto anhelo. Esto es lo que el Espíritu Santo inspiró a escribir a Lucas: “Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de www.comuniondelagracia.es