MARÍA ALEJANDRA DELGADO CASTAÑEDA
H
abía una vez un reino muy pero muy grande, en medio de un castillo
inmenso donde vivía la familia real, el rey nunca estaba en su hogar y la
reina siempre esperando la llegada de su amado, ellos tenían dos
hermosas hijas, Marian y Esther, las cuales siempre estaban al cuidado de su nana y
sus sirvientes, que no las desamparaban; Esther era una niña muy dedicada y
tranquila, en cambio Marian era traviesa y extrovertida. Un día atacaron el reino y
el castillo poco a poco fue cayendo, las niñas en custodia de su nana y sus
sirvientes huyeron del lugar.
Marian en un momento se separó de su grupo en un bosque lleno de misterios, y
en vez de buscar a su hermana quiso descubrir que maravillas escondía ese lugar,
camino hambrienta y cansada guiada por una sensación de fe que la hacía
adentrarse cada vez más en el bosque, encontrando criaturas fascinantes, gnomos,
duendes y hadas, las cuales todas se reunían alrededor de un enorme y fructífero
árbol, en el cual miles de aves, monos y ardillas buscaban hogar a diario, la niña
demasiado confundida creyó que era un simple sueño y que pronto su nana la
despertaría para darle su delicioso desayuno. Exhausta y atemorizada cayó
dormida. al despertar estaba en una habitación de madera rodeada de frutas y con
una ventana por donde entraba el brillo del sol, lo cual le parecía extraño, ya que
estaban en invierno, la niña lloro desconsoladamente hasta que una voz que no
tenía proveniencia le pregunto:
- ¿Por qué lloras Marian?-, Ella asustada respondió con otra pregunta:
- ¿Quién eres, qué hago aquí, dónde estoy?-
-¡Tranquila!, soy Chepito, tu guardián, te he estado cuidando desde hace mucho
tiempo a ti y a tu hermana, niña traviesa.
-¿en serio?- Pregunto la niña,
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