Veintiún Ángeles IED Adoptando un árbol | Page 50

LYZETH MARIANA PARRA NIMISICA H abía una vez una niña que vivía con sus padres en una cabaña muy acogedora en medio del bosque, muy pero muy lejos del pueblo, un día su padre fue al pueblo a comprar bastantes cosas para el hogar, iba en su caballo hacia el pueblo, de vuelta por el camino unos ladrones lo atacaron y al igual que a su caballo; pasaron los días y su esposa muy preocupada al ver que pasaba el tiempo y su esposo no aparecía salió en su búsqueda, y en el camino lo hallo sin vida y sin su caballo, al lado de su cuerpo había una mata para sembrar. María, que por cierto así era el nombre de la mamá de Salome, iba en un carruaje de madera y recogió el cuerpo de su esposo junto con su mata, Salome cuando vio que su madre se acercaba a la cabaña salió corriendo a su encuentro, al ver a su padre sin vida su primer impacto fue llorar desconsoladamente, porque para ella él era uno de los hombres más guapos, luchadores, amable, honesto, y sobre todo un excelente padre. La niña al día siguiente enterró a su padre con la ayuda de su madre, y para que fuera un entierro como él se lo merecía María en el funeral de su esposo dijo unas palabras muy conmovedoras, de la misma manera lo hizo Salome, su hija; ella se tomó la molestia de plantar la mata que su padre llevaba, en su honor la llamo “REX” como su perro, que había desaparecido tiempo atrás. Pasaban los días, las semanas, los meses y Salome veía como crecía Rex, que era un árbol de siete cueros, que crecía rápidamente. Luego de un tiempo su madre se enfermó y tuvo que ir a vivir con su abuelo que vivía en el pueblo, quien cuidaría de ella y su madre; Salome frecuentaba diariamente a su gran amigo Rex a quien le contaba todas sus penas y pensamientos, Salome era demasiado feliz estando cerca de su gran y frondoso amigo, el árbol de nombre Rex; ella solía poner su espalda sobre él y sentir lo fuerte que era mientras le contaba lo que a diario vivía, y a su vez escribía en las hojas que alguien, a quien ella no recordaba se las había obsequiado hacía mucho tiempo atrás, porque las encontró un día sobre su cama, como un regalo. Salome veía, que pasaban los días, las semanas y su madre no se mejoraba, pero Rex sí crecía cada día más y más. 48