VE-SEPTIEMBRE.pdf Sep. 2014 | Page 77

Mi amada Marlene Con mi manos sudorosas y estrangulando mis recuerdos, quedé vencido ante ti. He tratado de borrar mis pensamientos que te añoran, te desean e imploran que estés aquí. Más allá de respetar tus deseos de sucumbir sola ante la adversidad que hoy te abriga; todo mi ser se niega a renunciar a dejarte morir sin mí, porque si bien tuyo es el deseo de estar sola, mía es la esperanza de no dejarte ir. ¿Qué temes, amada mía? ¿Que mis ojos no vean el cuerpo que por tanto tiempo fue mío? o ¿Que tu alma desnuda no sea suficiente para llenar cada poro de mi piel? ¿Cuándo te darás cuenta que nuestro amor va más allá de lo banal? ¿No ha sido suficiente tocar el cielo? Entonces, ¿por qué no puedo tocar el infierno junto a ti? Te he amado tanto; los años no han cambiado mi sentir. Aún recuerdo aquella noche de juramentos, donde no existía nada que no lográramos vencer; fue suficiente beber de tus labios para quedar marcado por toda la eternidad. Así ha sido siempre, un sentimiento que trasciende lo razonable, fundidos en la pasión del más puro y sincero amor. ¡Mi vida!, ¡no tengas miedo! y menos de lo que mis ojos puedan ver. Recuerda que tus pechos fueron míos tanta veces, que no necesito detallar que falta uno, para sentir lo que realmente son. Te he dibujado tanto con mis dedos, que la memoria de mis manos son suficientes para darle forma a cada parte de tu cuerpo. Las huellas de una cruel enfermedad, no me pueden castigar por lo que no he sembrado ni he quitado. Si de mí estuviera, bebería cada una de tus células malignas y las haría mías, para sufrir por ti. ¡No me castigues! ¡Te lo imploro! No me niegues a estar sin ti. No dejes que mi alma se llene de odio hacia el ser divino que te creó. Déjame vivir; porque al sumergirte en tu claustro lleno de silencio y de renuncias, sólo haces tuyas las lágrimas que son de los dos. Jamás olvides, amada mía, que ante Dios juré ser tuyo hasta morir. 73