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Ese despreciable ser castigó sin piedad el cuerpo extenuado de mi madre haciéndole parir hijos. Uno tras otro, año tras año. Mandato divino decía. Hijos sobre los que descargar su látigo de odio, sobre los que perpetuar su corrompido legado Yo no quise que mi semilla maldita poblara el mundo. Esa era mi decisión irrevocable. Mil veces se lo dije a ella. - Ni un FW67V