Travesías didácticas Nº 30 • Abril 2019 | Page 26

Las salas de edades integradas… Susana Santaren La experiencia muestra que implicarse en un proyecto, ser parte en el diseño de la tarea, llevarla adelante, sostenerla, compartirla (hacerla pública) y disfrutar de ella parecen ser premisas que favorecen la implicación en un grupo y amplían las posibilidades de todos. Esas posibilidades se potencian con el andamiaje de los adultos y de los pares: ese “estar ahí”, en el lugar que ofrece apoyo seguro, confianza, le permite al niño ir más allá de sus posibilidades de acción individual, y hacerlo acompañado por otros. Así Gastón, de 3 años, que no se animó a mostrarse en público a cara lavada, se convirtió en árbol, siendo soporte de una estructura de cartón que había armado y pintado junto a otros mayores que él. Es y será competencia de cada maestro y de cada equipo de coordinación de un grupo, favorecer una mejor organización de la tarea pensando, en cada oportunidad, cuáles son los escenarios facilitadores para poner a disposición de los pequeños potentes experiencias educativas. Como se apreció aquí, la observación se convierte en una herramienta determinante a la hora de decidir la conveniencia de los agrupamientos y su movilidad. Las características de las actividades, (su nivel de dificultad, duración, especificidad de áreas, entre otros criterios) serán también un indicador más a la hora de definir los criterios organizativos. La organización de los espacios y los tiempos de tarea. Espacio y Tiempo son dos ejes que dan cuerpo a las formas históricas de organización de la tarea escolar. Pensar otra manera de habitar las aulas requiere reflexionar sobre ellos y recorrer otras formas posibles. La propuesta pedagógica requería flexibilizar estas variables: Si se pretendía la movilidad, favorecer la creatividad y la libertad en la creación de escenarios, el ambiente físico debía colaborar a hacerlo posible. Y para esto, las salas organizadas en rincones estables recortaban las posibilidades de juego o condicionaban el uso de los espacios, apostando a un estereotipo de funcionamiento. En Panambí los chicos debían tener la posibilidad de participar en el montaje de los espacios de juego, armando a conveniencia una sala cómoda y funcional al juego que se estuviera desplegando. Las salas estaban organizadas como espacios de ordenamiento de material. Al alcance de los chicos facilitándose el traslado y armando los sectores de juego donde más conviniera en cada momento. Una vez concluido el juego, los materiales y mobiliario volvían a sus lugares y el ambiente quedaba despejado. 24