Travesía 2018 Ttravesia2018 | Page 51

enseñó a vivir, él nos enseñó a vivir, a sentir la vida, a sentir el sentido de la vida, a sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el alma del pueblo de la aldea, a perder- nos en ellas para quedar en ellas”. Don Manuel tenía una religión diferente a la que aparentaba. La importancia de su religión era vivir y no pensar en lo que pasaría después de la muerte. Entonces, yo me pregunto, ¿cómo vivir tranquilo sin tener la seguridad de que algún día, cuando te toque ir de este mundo, vas a volver a vi- vir en otro? ¿Cuál es el punto de vivir sin tener esa tranquilidad? Es por eso que uno se entrega a Dios, dándose la seguridad de que le fortalece como persona y le hará vivir al lado de él en la vida eterna. Para ser feliz, uno tiene que creer en sí mismo. En cuanto a la religión, uno se completa y complementa a su vez con la doctrina. Una persona tie- ne que estar segura de sus creencias, para así decir que cree en un ser su- premo. Según don Manuel, la creen- cia puede ser por costumbre, “cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimien- tos para que no adquiera torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!”. Es así como él trataba a la gente del pueblo, mientras que ellos se reconfortaban en su ayuda, él los hacía creer en la religión para hacer- les felices y seguros. En contraste a lo que dice don Manuel, me parece inco- rrecta la forma en la que se expresa al respecto de la creencia. Él lo mantenía Travesía • revista estudiantil como un secreto, haciéndose llamar un seguidor. Me parece que no tiene coherencia vivir una vida sin tener algo en lo cual podrías reconfortarte y sobre lo cual mentir a los propios fie- les seguidores. Si uno busca la verdad debe actuar con verdad. En uno de sus ensayos, "Mi reli- gión", Unamuno resalta su idea de re- ligión: “Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrar- las mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob”. La religión para este autor es buscar a Dios, porque duda de su existencia. Por medio de la fe el hombre ya busca y encuentra la verdad. Él basa su vida en torno a una religión, que tenga como culto la búsqueda de la verdad. En Oración del Ateo, "Unamuno resalta su concepto de Dios", “¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras”. Para Unamuno, Dios, no es más que una idea. Es lo que él quiere creer, pero no lo puede. Ese Dios, es su lucha constante de lo que sería para él su razón contra la fe. La religión para él no es nada más y nada menos que hacer el bien común al pueblo y ser feliz durante el tránsito en la tierra. Definitivamente, don Manuel, el protagonista de la novela de Unamu- no, vivía haciendo feliz a su pequeño pueblo, tan así que cuando Ángela fue a confesarse con él, con su mayor preocupación sobre su perspectiva ante el demonio, él la evitó, cam- biándole así de tema. Don Manuel no creía en el más allá, en la vida eterna, basándose solo en el presente, su reli- gión verdadera era el consuelo. “¿Re- ligión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más ver- dadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el con- suelo que les doy no sea el mío”. A la consolación la llamaba religión, sor- prendiéndoles a Ángela y su hermano Lázaro sobre lo que él de verdad creía. Es así como ellos