Una propuesta conocida que merece ser
resignificada: el Juego Trabajo
Lic. Margarita Penadés
Pensar hoy las propuestas educativas en la Educación Inicial implica pensar en los
niños y niñas como sujetos de derecho. Ello nos lleva a reflexionar acerca del lugar
que ocupa el juego en la primera infancia recordando que en la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño (sancionada en 1990 e incorporada en
nuestra Constitución Nacional en 1994) se establece el derecho a jugar como uno de
los derechos más específicos de la infancia, puesto que el juego se desarrolla al
mismo tiempo que la infancia misma.
Si tomamos la afirmación que Sandra Carli (1999) hace al referirse a la cuestión de las
infancias, planteando de que se “es niño” en relación a la percepción e
interpretación de los adultos, queda claro que somos nosotros-adultos quienes
construimos el concepto de niño en relación a un contexto histórico-social y cultural.
En el devenir del tiempo se ha ido construyendo e imponiendo desde los discursos
político-pedagógicos dominantes una categorización de “infancia” que ve al niño como
un ser humano débil, vulnerable, incapaz, carente, que necesita de la protección del
adulto para crecer sano y feliz; es decir, un niño sujeto de necesidades.
Lejos de aquella vieja concepción producto de la Modernidad, hablar hoy de los niños y
las niñas como sujetos de derecho, nos lleva a pensar que ha cambiado el paradigma
con el cual interpretamos al mundo, pasando de la idea de niño como sujeto de
necesidades, a considerar a todos y cada uno de los niños y niñas que viven hoy, como
sujetos con capacidades diferentes, completos, respetados, poseedores de derechos
civiles, sociales, culturales, educativos, políticos y económicos. Entonces, podemos
decir, que esas necesidades entendidas como carencias para el viejo paradigma,
hoy se han transformado en derechos que deben satisfacerse, y el juego es uno
de ellos.
Retomando los aportes de Sandra Carli, quien nos ayuda pensar la infancia desde un
entramado histórico y social que construye subjetividades, al decir de la autora como
“(…) una construcción social que en cada tiempo histórico adoptó características
específicas” (CARLI, 1999) y entendiendo, por lo tanto, que no existe “una” infancia
como modo único y universal de ser niño o niña ya que los rasg