TALENTO JUL-AGO 2018 talentoJUL2018 | Page 11

3. Solicita al Mentee que identifique los aprendizajes que ha generado y, sólo des- pués, comparte los suyos (los que, en su rol de Mentor, ha descubierto al guiar y escuchar el proceso reflexivo del Mentee) y le pide su opinión sobre ellos, etc. ¿Cuáles son las causas que explican esa dife- rencia en los roles o mentalidad de esos dos Mentores? Son varias. Me referiré a la principal de todas ellas, a la que considero como el pecado original del mentoring en este país. Y para ello elijo los dos ele- mentos principales que al combinarse lo generan: La escena 1 anterior muestra con claridad la metodología pedagógica (transferir entendido como decir, contar… push) y la mentali- dad o propósito asociado (enseñar, formar). Por el contrario, la escena 2 describe la metodolo- gía andragógica (facilitar el aprendizaje del Mentee y ayudarle en ese viaje de exploración, indagación y descubrimiento… pull). El Mentor invita al Mentee a asumir el poder y responsabilidad de su aprendizaje, y para ello adopta el rol de “líder servi- dor” (Servant Leadership, Robert Greenleaf, 1.970) para que el Mentee busque, encuentre y consiga. (¡Otra vez los ‘70s! ¿No es demasiada causalidad? Estoy seguro de que te imaginarás cuándo escribie- ron sus mejores éxitos Pink Floyd o Supertramp). Homero y su Odisea La mayoría de nosotros hemos leído o escucha- do repetidamente el relato sobre la procedencia del término mentoring. Si bien es cierto que podemos asignar el mérito de su origen a Homero por el personaje Méntor, que aparece en su obra “La Odisea”, no lo es que ese personaje en- carne el rol que se le ha atribuido históricamente: el de un individuo sabio que transfiere a su discípulo, Telémaco (el hijo de Ulises, quien parte hacia la guerra), sus conocimientos y experiencias. Además, el concepto actual de mentoring ha evolucionado significativamente desde el original “transferencia de conocimientos” o “en- señanza” al de “facilitación del aprendizaje”. El largo viaje que comenzó hace 27 siglos en Grecia tiene, al menos, dos paradas relevan- tes. La primera en París hace tres siglos con la publicación de “Les Aventures de Télémaque” (1.689, François de Salignac de La Mothe-Fé- nelon); y la segunda hace sólo cuatro décadas, cuando se inicia en EEUU el despliegue del mentoring como una disciplina de management. Pedagogía vs. Andragogía El cambio de significado anterior podría tener su origen, o disparador, en la asunción progresiva y reciente (¡también en los ´70s!) de las teorías y principios de la educación de adultos y, más específicamente, de la metodología andragógica. Sin embargo, la amplitud de su desconocimiento y la consecuente ausencia de su aplicación en nues- tro país se traducen en la primacía de la metodología pedagógica (enseñanza de niños) en entornos en los que sólo hay adultos, como son los organizacionales. La combinación de esos dos elementos es auto-reforzante, y explica la baja efectividad de los programas diseñados con esa mentalidad. ¿Por qué los Altos Directivos no reciben desde RRHH la invitación de capacitarse en ese rol? La implantación ideal (efectiva) de la cultura de mentoring organizacional es de arriba abajo. No hay nada más potente que el ejemplo del líder. Este principio, que es aplicable a casi cualquier práctica, lo es más aún en el caso del mentoring, ya que todos los protagonistas que intervienen en el proceso son miembros de la Organización. En la mayoría de los casos, RRHH sustenta la creencia de que los integrantes de la cúspide de la pirámide organizacional no van a aceptar esa invitación. Los supuestos en los que se apoya esa creencia son que los que han llegado a ese nivel ya no tienen nada que aprender o que su prioridad no es desarrollar a otros, sino concentrarse en aportar valor a través de las fortalezas que les han hecho llegar a esas posiciones -como son, por ejemplo, el conocimiento de su mercado, la visión estratégica, el análisis, la negociación, la toma de decisiones o la construcción de una red poderosa de contactos-. 11