(Edición Nº8 2016)
Q
uienes hemos
tenido la oportunidad de viajar en un avión
escuchamos por
el altavoz de la cabina que los
tripulantes nos dicen, entre
otras cosas: ¡Gracias por estar
con nosotros en este vuelo!
Y claro, una vez terminado
todo el protocolo antes de la
carrera de despegue, e iniciado ya el vuelo, damos por
sentado que nos van a pasar
el servicio a bordo y que nos
darán como mínimo un refresco con un snack (término
que define en la actualidad
desde unas galletitas minús-
culas con caramelo hasta un
verdadero snack de los buenos tiempos).
¿Pero se ha puesto a pensar en cuál es la verdadera
función de aquellas personas
que se mueven incesantemente en la cabina con una
sonrisa, así estén contorsionándose y moviéndose entre
tumbos para atendernos?
Muchos pensarán que el
personal de la aerolínea pulcramente bien uniformado
a bordo de la aeronave está
solo para servir ese refresco
que esperamos, y tal vez que
su trabajo principal es alcanzar unos sanguchitos o una
comida a los pasajeros. Hasta
pensarán que parte de la responsabilidad de ellos es darnos el gusto en todo lo que se
nos ocurra, desde pasarnos la
colcha para el frio o darnos
una almohada para encontrarnos con Orfeo.
Vemos que en vuelo hay
personas que tratan a los tripulantes con el conocido ¿Me
haría un favor? Y que al ser
atendidos algunos pasajeros
responden con el también
conocido ¡Muchas gracias!
Como sabemos la primera pregunta, realizada en la
mejor de las maneras y gentilmente pronunciada, abre
muchas puertas o al menos
hace que el interlocutor que
la recibe tenga mejor predisposición a hacer algo por nosotros. Y la segunda frase es
como una reverencia a aquel
que ha hecho algo por nosotros, incluso yendo más allá
de su deber.
Y es a eso a lo que justo
quería llegar. Aquellos personajes que nos acompañan en
el vuelo no están para cumplir
todos nuestros deseos como
si fuesen hadas madrinas o
magos (aunque algunas veces
he visto que tienen poderes
de varita mágica). Esos personajes tampoco están para
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