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Al cabo de varias semanas ya tenía el suficiente dinero para comprarlo. Antes de ir a la tienda a reclamar su querido dinosaurio, decidió irse a dormir ya que era muy temprano y la tienda no abría hasta el mediodía. Willy, tuvo una horrible pesadilla en la que se había agotado el dinosaurio y no quedaban más pero cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Cuando llegó la hora de que abriera la tienda él estaba ahí como un clavo, hasta el encargado se había extrañado. Willy tan contento compró su dinosaurio y lo colocó en un espacio que él le había reservado durante mucho tiempo en su habitación. Brian Díaz. AL FINAL: Piecito y Daniel seguían caminando por la ladera de la montaña sin rumbo alguno. Daniel tenía claro que se habían perdido pero Piecito estaba seguro de que por ese camino se iba a casa. Daniel, harto de pasar hambre y frío, se enfadó con el dinosaurio porque pensaba que le estaba tomando el pelo, teniendo que caminar días y días. Al rato se encontraron, bajo la ladera, un gran valle en el que había agua de un lago, por lo que descendieron para poder descansar allí. El silencio abundaba en el ambiente, pero un ruido de fondo los alarmó, ¡se estaba produciendo una avalancha! Ambos corrieron pero de nada sirvió, las grandes rocas atraparon a estos dos pequeños. Daniel, lleno de ira y de agobio quitó piedras para poder escapar, mientras Piecito no hacia ningún movimiento solo pensaba en cómo salir de allí, pero a mitad de tanta desesperación, Daniel explotó y discutió furiosamente con el pequeño dinosaurio. Él no tenía la culpa de aquella situación, solo quería pensar tranquilo para poder escapar de allí pero a causa de la furia dio una patada al montón de rocas y abrió un agujero por el que salir. Pasaron la noche en aquel valle y siguieron caminando tres días más. A ninguno de los dos le quedaban fuerzas para los escasos metros que le separaban de su casa, pero Daniel, agotado, miró a su fiel compañero y comprendió que aquel enfado era fruto de la desesperación y de la impotencia que él sentía y que no debería de haberla pagado con aquel dinosaurio rojizo. Solo dio un paso más y cayó rendido, desmayándose por completo. Piecito lo cogió y se lo puso en la espalda y corrió, con las pocas fuerzas que le quedaban, hacia su madre que le esperaba llorando de alegría al verle. Colocaron a Daniel en su cama para que descansara tranquilamente y al fin, cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí. Yamile Álvarez