SanFran Today Marzo 2017 | Page 9

Suena el despertador, no me quiero levantar, aún tengo sueño y está todo oscuro. De repente abro los ojos de golpe: “¡Qué es lunes y hoy lo veo!”. Me levanto con la energía que me da la alegría de encontrarme con él en el colegio. Sé que seguramente no sabe ni que existo, pero sólo verle pasar, hablando con sus compañeros o jugando al fútbol me alegra el día. Muchas veces he pensado en acercarme a él pero ¿cómo? ¿qué decirle? ¿cómo hacer que se fije en mi para dejar de ser invisible?

Llego al colegio pronto y espero junto a la puerta de mi clase a pesar del frio que hace estos días de invierno, que se congelan hasta las ideas. Pasa una profesora, me saluda y me pregunta que por qué no entro en clase, que mira que estamos bajo cero, que su coche marcaba menos 7 grados y le tengo que contestar algo para salir del paso, lo primero que se me ocurre. Pasa el tiempo y sigo allí esperando, tengo un frio horrible y seguramente me pondré enferma; pero, ¿qué pasa? ¿por qué se retrasa?. Ya casi es la hora de tocar el timbre, la profesora está junto a la puerta para empezar su primera clase con nosotros, y entonces … ¡por fin llega! Entra corriendo, hoy se ha retrasado.

Le miro, me fijo en cómo va vestido y me pregunto cómo habrá sido su fin de semana, qué habrá hecho, dónde habrá ido. Marcha con prisa, pasa por Secretaría hacia su clase de Bachillerato y yo me quedo mirando por donde se aleja, aunque ya no le veo, me giro para entrar en clase y entonces mi mirada se cruza con la de la profesora que está esperando en nuestra puerta; me quedo quieta, no sé qué hacer ni qué decir, nos quedamos las dos mirándonos fijamente y entonces ella sonríe y me dice: ¡qué majo que es Javier!

Anónimo