SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Octubre 2010 | Page 7
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SAMIZDAT. OCTUBRE 2010
U N I V E R S I DA D
Humanizar el derecho
Me encuentro ante el último año de
la Licenciatura de Derecho. No he sido
precisamente un estudiante brillante
(más bien al contrario), pero ello no ha
impedido que necesite posicionarme con
todo lo que soy y mi deseo de verdad,
ante lo que estudio. Después de todo este
tiempo de universidad me han surgido
grandes interrogantes: ¿Qué han sido
para mí estos años de carrera? Los
estudios que termino, ¿qué papel han
jugado en la construcción de mi vida?
Me doy cuenta de que, si tras estos
años me convierto en una máquina que
exclusivamente aplica normas o las lleva
magistralmente a su territorio, no he
aprendido nada, porque me he dejado lo
más importante: mi humanidad.
Por gracia, en este tiempo he estado acompañado por amigos que me han
ayudado a buscar la verdad en todas las
cosas, y por tanto a disfrutar más de
ellas. Hace unos años, a través de una
amiga, cayó en mis manos un ejemplar
de “La primera lección de Derecho”, de
Paolo Grossi, que dicta sus lecciones en
la Universidad de Florencia. A veces parece que un catedrático de Filosofía del
Derecho no tenga nada que decir. Todos
nos orientamos hacia alguna rama del
Derecho (civil, mercantil, administrativo…). Todas ellas necesarias en cuanto
instrumento para la convivencia y para
la realización de las finalidades de la sociedad. Sin embargo, ¿cuál es el criterio
para estas normas? ¿Qué tienen que ver
las normas con el hombre?
Un ejemplo figurado citado en este
libro hace alusión a una fila frente a una
oficina pública. Una situación humana perfectamente posible, en la que se
encuentran varios sujetos, una pequeña
muestra de lo que es una sociedad. La
situación de la fila es caótica (dejemos
volar aún más la imaginación hacia la
apertura de la época de rebajas en El
Corte Inglés). Sin embargo, espontáneamente, entre la confusión, surge un sujeto emprendedor que realiza una serie de
propuestas para organizar la fila. Todos
los componentes, conscientes de la nece-
sidad surgida y de la utilidad de dicha
propuesta para agilizar la fila, aceptan
espontáneamente la propuesta, observan
el precepto.
Estamos ante la génesis del Derecho. Ante una situación humana, cuando
varias personas en relación forman una
sociedad, nace la necesidad de organización, que espontáneamente es observada
por los sujetos que conforman la sociedad.
La evolución del pensamiento occidental en los últimos años ha convertido al Estado, que no es más que una
cristalización de la sociedad, en un ente
absoluto y burocratizado; y, al derecho
emanado de éste, en el imperativo coactivo de un soberano (por muy democrático que éste sea). La consecuencia es un
normativismo atroz, donde la ley escrita
tiene preeminencia sobre el hombre. Así,
se llega a negar ciertos hechos objetivos
como el valor de la vida, creando leyes
sobre el aborto que niegan dicho valor y
reducen al hombre a su utilidad; o formando al ciudadano perfecto con leyes
que convierten al Estado, de facto, en el
principal educador del individuo, omitiendo el papel de la familia.
Esta reducción del Derecho, que encierra una reducción del ser humano, es
una mentira, porque reduce la persona a
un “ciudadano”, incapaz de criticar y a
merced del poder. La norma cae sobre el
ciudadano como una losa. No pretendo
aquí derogar el derecho y volver al caos,
sino humanizarlo, tomando en cuenta a
la persona, por encima de la ideología
de turno.
Es cierto que cada sistema jurídico
lleva detrás un sistema de valores. No
es menos cierto que el ser humano, con
toda su exigencia de justicia, de verdad,
de felicidad y de bien, está por encima de
este sistema y que, por tanto, el derecho
es para el hombre, y no el hombre para
el derecho. Es decir, bien entendido, el
derecho es subsidiario, no principal.
Debe nacer de las exigencias humanas
más verdaderas y no del imperativo coactivo del soberano.
Es verdad que, ni siquiera la sociedad mejor organizada, ni el sistema político más perfecto, es capaz de resolver
esta exigencia, que se vería sofocada de
forma antinatural, sin la hipótesis de un
más allá. Por tanto, es necesario educar
en las exigencias humanas más puras,
también a los juristas, dejando el derecho en su justo lugar, no como la expresión del poder estatal, co