SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Noviembre-Diciembre 2010 | Page 4

4 SAMIZDAT. NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2010 E S PAC I O L I B R E Frodo & Yo En una escena de la película El Señor de los Anillos, que transcurre en las Minas de Moria, tiene lugar esta conversación entre Frodo y Gandalf: Frodo: «Ojalá el Anillo nunca hubiera llegado a mí. Ojalá nada hubiera ocurrido». Gandalf: «Eso desean quienes viven estos tiempos, pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado». Leyendo y pensando en este diálogo, uno se imagina cuántas veces se ha podido decir en cualquiera de las guerras del siglo XX, en las múltiples situaciones de extrema fatalidad que han acompañado al hombre a lo largo de la Historia. O, pensando un poquito más, uno puede reconocerlo en situaciones actuales propias. En cuántas ocasiones nos hemos desesperado hasta decir ¡basta! ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? En esos momentos podríamos cortar por lo sano y poner pies en polvorosa. Frodo podría haber tirado el Anillo y haberse vuelto a casa. ¿Por qué no? Sí, por qué no. Habría sido lo más fácil. Por suerte, (casi todos) tenemos amigos que nos recuerdan que fácil no es igual a mejor. (¡Ojo, no quiere decir que fácil sea igual a peor!). Gandalf recuer- da a Frodo que no ha elegido él su situación (¿quién, en su sano juicio, habría elegido ponerse en la crítica situación de Frodo?). Lo único que él puede decidir es qué hacer con el tiempo que se le ha dado. Nosotros igual. No nos toca a nosotros decidir nuestra circunstancia. No podemos elegir nuestra cara, nuestros gustos, nuestra constitución física, nuestras capacidades… Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Es decir, somos libres. Pero, ¿qué significa ser libre? Significa poner tus exigencias como ser humano, tus inquietudes, tus preguntas, tus deseos... en resumen, todo tu ser, en relación con tu circunstancia; actuar siempre conforme a tu deseo de felicidad y tu experiencia. La lealtad con la experiencia es fundamental. Si Frodo se hubiese dado la vuelta y hubiese vuelto a casa, le habrían pasado dos cosas: primero, que no habría actuado conforme a su exigencia de ir al fondo de las cosas, por lo que no habría sido un acto plenamente libre, y acabaría arrepintiéndose por ello (me juego la mano izquierda sin temor a perderla a que Tolkien estaría de acuerdo conmigo). Y segundo, que habría atentado enormemente contra su experiencia, ya que él sabía, por todo lo que había ocurrido en su vida, que cuando hacía lo que Gandalf le decía todo iba mejor. Como conclusión y resumen, si le preguntáramos a Frodo (o a cualquiera de nosotros) algo como: ¿Qué vas a hacer con el Anillo?, cabrían tres posibles respuestas: 1) “Pfff, paso de él. Lo dejo aquí y me vuelvo a casa.” Como dice un proverbio hobbit, “aléjate de los problemas y los problemas se alejarán de ti”. Este caso ya lo hemos mencionado antes, y concluimos que era un acto falto de libertad y de lealtad con la experiencia. 2) “¿Anillo? ¿Qué Anillo? ¡Pero si yo no tengo ningún Anillo!” Éste es el peor caso y el más frecuente hoy en día. Es la indiferencia, el “me entra por un oído y me sale por el otro”, el “a mí esto me resbala”. Y es el peor porque te autoconvences de que no hay problema, y al final te acabas conformando con cualquier cosa, porque todo te da igual, no buscas más. 3) “Voy a intentar destruirlo y así salvaré todo lo que más quiero de este mundo. No entiendo por qué yo, pero sé que ante este problema no puedo permanecer indiferente”. De entre las tres respuestas, éste sería el caso en el que se actuaría con mayor libertad, ya que no sólo vincularías de manera directa tu libertad con tu circunstancia, sino que sería leal a tu deseo de felicidad y a tu experiencia. A fin de cuentas, (y aunque suene muy abstracto), a tu deseo de Infinito. Y la consecuencia que se deriva de tu decisión (o indecisión) tiene una trascendencia histórica más allá de nuestros planes. Tus actos (libres o no) mueven tu mundo en una dirección que para bien o para mal afecta a los demás y no permanece indiferente en el curso de la historia. Y, créeme amigo, el tiempo es un regalo. El tiempo «se te ha dado», y Aquél que te lo ha dado vela por ti y tu salvación. Y, como decía Tolkien «esto es un pensamiento alentador». Javier Andreo, estudiante de Filosofía en la UCM