SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Mayo2017 | Page 2
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MAYO 2017
EDITORIAL
“Live without limits”
Live without limits es el eslogan con el que se anuncia un parque temático
en la serie televisiva WestWorld. Está ambientado en el Oeste y poblado por
androides en el que uno puede hacer lo que quiera sin atenerse a ley alguna.
Este parque es un lugar donde se puede realizar cualquier deseo. ¿Acaso no
es este el sueño de todo ser humano? Encontrar algo que esté a la altura de
nuestros deseos, incluso de aquellos inconfesables y de aquellos a los que no
damos voz, temerosos de que no se cumplan. Parece que solo en un mundo
virtual, como el de WestWorld, se puede uno arriesgar a vivir sin límites: hacer-
lo en la vida real tendría consecuencias terribles. Como las que padece Ícaro,
un personaje de la mitología griega que, desafiando las leyes de los dioses,
osa surcar los cielos. La desmesura de su acto termina mal: el sol quema la cera
de sus alas y cae al vacío.
Ante el peligro de terminar como Ícaro, con mucha frecuencia reducimos nues-
tro deseo a cosas pequeñas, manejables. Nos acercamos a la realidad frag-
mentándola y dejando que forme parte de nuestro mundo únicamente aque-
llo que podemos controlar. Sin embargo, siempre hay detalles de la realidad
que escapan a nuestro control y, sin nuestro permiso, despiertan ese deseo
que ya creíamos amansado e incluso satisfecho. ¿Qué son estas chispas que
entran en los resquicios de nuestra coraza? Como sucede con el nacimiento
de un hijo, tal y como nos confiesa en páginas interiores el científico Juan José
Gómez Cadenas. En esos momentos la realidad vuelve a mostrar todo su atrac-
tivo. Ya no basta el fragmento de tierra en el que vivimos; como a Ícaro, nos
surge el deseo de surcar el cielo, de vivir cada aspecto de la realidad buscando
algo que esté a la altura del deseo que la realidad, como promesa, despierta. Y
por eso, ni siquiera el parque temático de WestWorld basta, porque al final es
solo otro mundo virtual y por lo tanto sin consistencia. Con mucha frecuencia,
nuestra razón se muestra incapaz de abrazar esa promesa que la realidad nos
despierta: no podemos controlarla o reducirla a nuestros esquemas mentales.
Ya lo decía Shakespeare, haciendo hablar a uno de sus personajes: “Hay más
cosas en el cielo y en la tierra que las que sospechas con tu filosofía, Horacio”.
Ante esta sorpresa de una realidad más rica de lo que imaginamos cabría pre-
guntarse: ¿Hay algo en ella que pueda estar a la altura de nuestro deseo o
estamos abocados a abandonarlo y reducirlo a un mundo virtual?
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