SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Junio-2016 | Page 5

5 samizdat junio 2016 “LA NOCHE QUE VI LAS ESTRELLAS” El hombre siempre ha mirado el cielo, lo ha estudiado y observado incansablemente hasta llegar a conmoverse. Pero, ¿qué es lo que mueve al hombre a seguir obser- vando el cielo estrellado de una noche de verano? ¿De dónde nace el deseo de conocer cada diminuto punto U del firmamento? na noche, ya hace unos meses, iba con unos amigos a coger el metro en la estación de Ópera y, aunque quería llegar a casa lo antes posible, nos paramos un rato delante de la entrada con un hombre que había montado allí un telescopio. Nos explicó que siempre había sido un apasionado de la astronomía y como se había quedado en el paro, ahora conseguía dinero con su telescopio, ya que la gente le daba unos céntimos por mirar a través de él. Tuvimos mucha suerte, a pesar de ser todavía invierno la noche era clara y pudimos ver Júpiter y alguna de sus lunas a pequeña escala. Cuando bajamos al metro, uno de mis amigos comentó, "¿quién de nosotros se ha levantado esta mañana pensado que iba a ver Júpiter?" Y me hizo preguntarme por qué esa imagen minúscula pero preciosa podía hacer de esa noche de verano una memorable. Desde los principios de la historia la humanidad ha observado la bóveda celeste y ha ansiado conocer lo que allí arriba sucedía. El hombre se ha servido del cielo nocturno para orientarse, ha imaginado en las estrellas siluetas como la de un soldado, una serpiente, un león o un toro; les ha puesto nombre y ha inventado historias. En la Antigüedad se las identificaba con dioses e incluso con el alma de los muertos. Independientemente de que el Universo sea finito, su inmensidad no ha dejado de asombrar al hombre a lo largo de los siglos. Antes, mirar al cielo tenía una utilidad práctica y los hombres utilizaban las constelaciones, por ejemplo, para navegar en una dirección determinada. En nuestros días no tienen ninguna finalidad práctica –cada estrella se sitúa en la esfera celeste según unas coordenadas–, pero esto no ha hecho que desaparezcan esos aficionados capaces de identificarlas en el cielo y que nos enseñan al resto a mirarlo. El hombre siempre ha mirado el cielo, lo ha estudiado y observado incansablemente hasta llegar a conmoverse. Pero, ¿qué es lo que mueve al hombre a seguir observando el cielo estrellado de una noche de verano? ¿De dónde nace el deseo de conocer cada diminuto punto del firmamento? También hoy, para el hombre del siglo XXI, el firmamento lo inquieta de la misma forma que a nuestros antepasados, la única diferencia está en la importancia que, en ocasiones, nosotros no le otorgamos. Hay momentos en los que nuestra sociedad se mueve d e forma tan acelerada que no tenemos tiempo de pararnos a observar la belleza del cielo o escuchar una melodía, por mucho que queramos. Sin embargo, uno no está igual en la universidad o en el trabajo después de haber reconocido en algún momento del día un pequeño atisbo de belleza, como el amanecer desde el autobús, o cuando nos preguntan cómo estamos y nos sentimos libres para contar todo lo que nos sucede, o cuando realmente disfrutamos de una clase o escuchamos una canción que expresa mejor que uno mismo cómo estamos y quiénes somos. Beatriz Serrano, estudiante de Ingeniería Aeroespacial (UPM) e Irene Madroñal, estudiante de Historia e Historia del Arte (CEU) www.periodicosamizdat.com