SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Junio-2016 | Page 4
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I.B.– Respecto a esta variedad que mencionas,
quería preguntarte también cómo se pueden relacionar en un único escritor tragedias tan oscuras como
El rey Lear, Macbeth, Hamlet, con el poder absoluto
del amor en sus sonetos, con comedias tan divertidas como El sueño de una noche de verano, o con
obras que tratan del perdón como La Tempestad o
en El Mercader de Venecia. ¿Cómo puede caber todo
en la obra de un solo autor y como se relacionan
unas con otras?
M.G.– Shakespeare es como una especie de catalizador de las necesidades de la sociedad del momento. Muchas de sus tragedias históricas, por ejemplo,
responden al auge del patriotismo que se vivía en
esos momentos. La necesidad de buscar una identidad nacional que aglutine a pueblos muy diferentes,
incluso con lenguas diferentes como puedan ser las
personas de Gales, Irlanda, Inglaterra, etc. Luego
hay una etapa de mucha actividad en la que es un
escritor muy, muy prolífico que intenta combinar
la tragedia con la comedia. En clase siempre pongo el ejemplo de El sueño de una noche de verano
con Romeo y Julieta. Utilizando los mismos temas,
consigue ver la cara oscura y la cara luminosa de
lo que en el fondo es una situación similar: el enfrentamiento de la generación más joven contra sus
padres, las relaciones de parejas que no son bien
vistas por la familia, los obstáculos que tienen que
sobrepasar los protagonistas. Luego, por ejemplo,
en la época en que Inglaterra está en crisis económica, política y moral, no sólo Shakespeare escribe sus
grandes tragedias como Hamlet o El rey Lear; en
ese tercer periodo muchos de los otros dramaturgos
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de ese periodo tienen esa misma pátina triste, desesperanzada, de una época de depresión, de hambruna. De nuevo llega el respiro y cierta estabilidad con
Jacobo I y hay un intento del dramaturgo de conseguir cerrar el círculo. Ahí vemos que la tragicomedia
es la mezcla de todas esas estrategias que ha estado
ensayando. Las tragicomedias de la última etapa tienen todas algo en común: es la historia de la felicidad perdida que en el último momento se recupera.
Es como la idea del ave fénix: después de la muerte
y la tragedia existe la posibilidad de la regeneración.
I.B.– Entiendo que con una obra tan extensa y profunda es difícil elegir un pasaje sobre los demás. Aun
así, me gustaría preguntarte cuáles son las partes
que más valoras de Shakespeare y por qué.
M.G.– Me gustan los sonetos porque cada pequeño
soneto es una especie de puzle que rompe con toda
la tradición y te hace plantearte cosas sobre la política, las relaciones personales, el paso del tiempo,
cosas que han preocupado siempre a los escritores.
También me gusta el momento en el que Hamlet, en
sus últimas palabras, le dice a Horacio: “Por favor,
cuenta mi historia”. Vemos cómo esa es una preocupación también de todos los escritores. Quieren
creer que van a ser eternos, que gracias a su literatura generaciones y generaciones de lectores les van
a leer. Eso es algo que a mí me intriga muchísimo
porque me imagino que Shakespeare en su pequeño estudio, en la soledad de su escritura, imaginaba
escenarios y da pena ver que murió sin tener obviamente la certeza de que eso iba a ser así
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Isabel Berzal, estudiante de Estudios Ingleses (UCM)