SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Enero-Febrero 2011 | Page 4

4 SAMIZDAT. ENERO-FEBRERO 2011 U N I V E R S I DA D ¿Tu verdad? No, la verdad. Es increíble cómo un pequeño suceso, que seguramente no esperabas, puede cambiarte la semana hasta el punto de no poder mirar las cosas, el estudio, los amigos, de la misma manera que antes. Esto mismo me sucedió ayer en clase. Por fin iba a tener lugar la tan esperada explicación del Pórtico de la Gloria del Maestro Mateo. Empezó la explicación, y según iba avanzando, mi entusiasmo se iba desvaneciendo. Al contrario de lo que a mí me habían enseñado, el profesor explicaba el Pórtico como si no se tratase de un conjunto, como si cada parte fuese individual. Hubo un momento en el que proyectó mi imagen favorita, uno de los ángeles que acompaña a los niños (las almas) al Reino de Cristo. La explicación se limitó a describir los detalles que marcaban el paso de un estilo a otro… sin hablar en ningún momento de la ternura con la que el ángel mira a los niños, tan ansiosos por entrar en el Reino que hasta dan palmas. Cuando terminó la clase, me acerqué al profesor y le dije: “Perdone, pero me he quedado fatal después de su explicación. A mí me han enseñado otra cosa”, y a grandes rasgos se lo conté, con la esperanza de que él me dijese que no, que por qué opinaba eso y no lo otro, y empezar así un diálogo que me permitiese saber mejor en qué se basaba su interpretación. Pero mi sorpresa fue enorme cuando me dijo sonriendo: “Si tiene usted razón, su interpretación también es correcta. Hay varias interpretaciones del Pórtico, e incluso usted misma puede inventarse una…”. En este momento me estremecí. ¿Inventarme yo? ¡YO NO QUIERO INVENTARME NADA! Y de pronto comprendí que el problema no estaba en que las interpretaciones fuesen diferentes, lo cual es perfectamente comprensible, sino en que no se tenía como base la posibilidad de un mensaje verdadero. Entonces le pregunté: “Pero, ¿usted no cree que el Maestro Mateo al hacer el Pórtico estuviese queriendo transmitir algo concreto, y no simplemente dejarlo a la libre interpre- tación?”. El caso es que salí de clase con esta inquietud enorme y también con una pena horrible, dándome cuenta de lo terriblemente introducido que está el relativismo en nuestra cultura. A mí no me interesa inventarme nada, quiero conocer lo que es verdad. Esto no implica que pueda haber diferentes interpretaciones, es justísimo que las haya, siempre y cuando no se pierda de vista que tu interpretación tiene como fin conocer la verdad y, por lo tanto, que puede cambiar al introducirse nuevos factores. Antonio Machado expresa esto de una forma preciosa en un poema: “Tu verdad no; la verdad / y ven conmigo a buscarla. /La tuya, guárdatela”. Pero esto no es inmediato: hace falta un amor, un afecto hacia lo que quieres conocer. Con esto no me refiero a estar de acuerdo, sino a querer conocer la verdad. Yo puedo no comulgar con el Islam, pero para conocerlo de verdad, necesito un afecto hacia el mismo, a conocer realmente por qué no se representan imágenes religiosas, de dónde nace cada cosa que se representa. Decir que hay que dejar el sentimiento y las emociones a un lado para conocer de una forma más objetiva es una mentira como una catedral. ¿Cómo vas a conocer si no tienes interés por conocer? Y cuando digo conocer me refiero a la verdad. Porque, si no existe una verdad objetiva, una, ¿qué sentido tiene estudiar, por ejemplo, historia? La historia se co nstruye con los hechos, y los hechos son que si A mata a B, lo mires por donde lo mires, es así y punto. Pude ser, efectivamente, que ese hecho, si ha pasado hace cientos de años, no haya quedado documentado y por lo tanto no podamos hoy en día saberlo con certeza, pero esto no implica que no sucediese de una manera. Una persona que es mínimamente seria con lo que estudia se da cuenta de que, si esto no es verdad, es absurdo estudiar, y es absurdo incluso relacionarse (en el fondo, sólo te une a la otra per- sona que coincida contigo en la forma de pensar). Es muy fácil esforzarse por interpretar la realidad de modo que coincida con lo que piensas. Gracias, pero no me interesa. Rocío Andreo de la Vega, Estudiante de Historia del Arte en la UCM