Ruido.pdf Oct. 2014 | Page 86

internacionales entre las que se puede resaltar ‘Brujería’. En el 2013 fueron seleccionadas nueve bandas de seiscientas cincuenta propuestas que llegaron de todo el país. Muchas de las que tocan en Del Putas Fest se presentan por primera vez ante un público tan numeroso y con tales condiciones técnicas. Para bandas nuevas, terminar con un audio de su presentación, un video y unas fotos es un impulso decisivo. Al Carlos Vieco, por especificaciones, le caben tres mil personas y con Del Putas Fest ha estado más que lleno. Pero el número de asistentes no es el indicador definitivo, se trata más bien del proceso para avanzar hacia una ciudad donde uno pueda encontrar su concierto cada mes y que las agrupaciones musicales puedan encontrar varios caminos, varios nichos en un pluriverso de la música en la ciudad. Festivales como estos abren caminos paralelos, bifurcan las rutas, dan respuesta a las complejidades de la escena de la que teníamos noticia, a la par que descubren la diversidad musical de la que no sabíamos. No se puede hablar de Del Putas Fest sin referirse a Román González para entender así la ilusión y el empecinamiento que recoge. La relación entre el que se presenta como el organizador del festival y los que se refieren al Del Putas como “el festival de Román” ya es completamente indivisible. Él es muy reconocido como locutor de radio -por una generación- y como participante de un reality show con mucho rating -por otra. Pero detrás de esos oficios y hasta juegos para conseguir redes y reconocimiento para sus proyectos culturales, está la música. Lo primero con esta fue a los cuatro años cuando se despertó y vio a sus hermanos viendo Musiexitos Del Mundo. En el programa dirigido por Armando Plata escuchó a ‘Gary Numan’, ‘Pink Floyd’ y Led Zeppelin. Ese sonido del Rock sería su favorito y también un pasaje a toda la música. Muy pronto descubriría a ‘Kraken’ y con ellos la conciencia de que esto también pasaba en Medellín -se podía crear y grabar acá. Como la curiosidad nunca se iba a limitar a una sola música, después de contactar la escena del Metal llegó a un sótano de Castilla a los trece años donde se hacía una fiesta de Punk. No contento con andar entre el Punk y el Metal -que ya era difícil por esa época- la película Beat Street le generó la inquietud por la escena del Hip-Hop, y llegó poco después al encuentro que se daba en las afueras de la Biblioteca Piloto a que le enseñaran a bailar breakdance -sin mucho éxito aparente. Para poder tener su banda se metió a la tuna del colegio donde le enseñaron a cantar y a tocar guitarra, y desde 86 ahí siguió estudiando de forma autodidacta para formar agrupaciones como ‘Flema’ y ‘Sargatanás’. Quedaron cuatro canciones que grabaron con una grabadora de periodista y que escucharon músicos -algo mayores que Román- de una banda llamada ‘Skull Crusher’. Román terminaría de bajista y cantante de esta agrupación, una banda que empezó a coincidir con ‘Ekhymosis’, primero en la informalidad del disfrute de la música y luego en sus presentaciones como teloneros. Román tocó con su banda, compartiendo escenario con ‘Ekhymosis’ en el Carlos Vieco -en 1992. La banda, que interpretaba -a diferencia de ‘Ekhymosis’- todas las canciones en inglés, se acabó hace bastantes años. Sin embargo, muchos después Román se volvió a reunir con varios de sus integrantes para grabar por primera vez. Por el 2014, Román no se limita a organizador y promotor, otras apuestas musicales y teatrales hablan de un nuevo compromiso con el humor. Este tiene antecedentes claros en la radio hecha por Román, pero además es una clave para el código del protagonismo actual de músicos: poder reírse de uno mismo y desde ahí acercar la figura del artista, ya en una época en la que la gente no está dispuesta a observarlo trepado en una cúspide. Con el humor, la crítica social y cotidiana, y la comprensión de los altibajos en los proyectos culturales que no terminan por alinearse. Humor, entonces, en la creación y como bálsamo para un oficio en el arte -tan distinto al arte- como es el de conseguir los patrocinadores, financiadores y lidiar con proveedores. A lo largo de la historia de Román, una historia de un delirio por la música, de tanto amor, tanta locura y tantos desafíos. Con los problemas personales -como sobrevivir a un cáncer de riñón- y profesionales -como lo voluble de trabajar con la espontaneidad de las bandas, el capricho del público y la inestabilidad de los apoyos estatales- uno va entendiendo el código desde donde emerge Del Putas Fest y de su supervivencia. Para dedicar una vida a la creación y vivir los días expuestos a las creaciones de los otros -que nos empapan- no hay que tener una gran explicación, el arte es el fin y no hay que pedirle ninguna justificación. Se marca también la alternativa de que una canción no tiene la misión de concientizar y el arte no tiene por que estar al servicio de algo más, de algo mayor que él mismo. En el nombre Del Putas Fest se recoge lo simple y potente de una pulsión.