militarismo, y toman parte de su forma y el activismo en
el movimiento Antimili colombiano.
De hecho, el concierto que recuerdan con más emoción
es uno donde estuvieron con ‘Sociedad FB7’ y ‘Todos
tus muertos’ en el Parque de las Naciones Unidas o de
la paz, que estaría muy atravesado por los movimientos
por el fin de la violencia y la justicia. Luego vendría un
concierto más grande en Altavoz del 2011, pero ellos no
miden su carrera musical por tamaños o números, sino
por las implicaciones de su música.
Nunca han visto la música como algo para vivir de ella,
ni siquiera como algo relativo a vender algo. Creen en
una música de libre distribución, independiente como
oficio y muy autónoma para dirigir un mensaje y elegir
así cómo narrar otras realidades que no están en los
medios. Les interesa mucho que el mensaje llegue. Esto
entonces los pone completamente aparte de cualquier
lógica de mercado.
La etapa que vino después de su desintegración
arranca con un cd grabado también con El Amarillo
y -unos años después- con una presentación en el
Teatro Matacandelas que mucha gente asumió como
el retorno “de verdad” de ‘Niquitown’. Después de
esa promocionada aparición en sociedad, los ensayos
quedarían instalados como semanales y se amasaría un
repertorio de 20 canciones.
‘Niquitown’ representa para sus integrantes la célula
de ese organismo del que quieren hacer parte, una
nave para mantenerse fuera de algunas cosas, pero
también para navegar ese mar amplio en ficciones que
es el underground.
Foto: Caro Llanos
La fórmula para separarse del mercado y de los apoyos
institucionales ha sido el lema “Hazlo tú mismo” y por
eso la idea para el tercer trabajo -que tiene vocación
de ser vinilo- es grabarlo con los conocimientos de
sus integrantes, con equipos sencillos pero que ellos
puedan manejar.
Se puede llegar al fondo de la banda y a la densidad de
las historias con la que está amasada persiguiendo la
trayectoria de Vito. La historia de uno de sus fundadores
puede empezar con la imagen de un adolescente
escuchando ‘Kortatu’, un grupo de Ska, cercano al Punk,
que a Vito le sonó a Reggae.
No había ocupación del espacio público por el Ska en
Medellín -y menos en esa época-, pero lo que empezaba
a aparecer en la calle con más fuerza era el Punk,
expresión que Vito encontraría, explicando así también
algo subyacente en ‘Niquitown’ que definiría toda la
intencionalidad de la banda.
Pronto estaría reunido en La Floresta, en un punto
de encuentro junto al Coltejer que los punkeros
identificaban como “la banca” y en la Plaza la Minorista
donde El Guanabanero -que era un vendedor de jugo
de guanábana- compartía su colección en los mismos
escaparates de su chaza, que servía de archivo y de nodo
de intercambio para textos, revistas, discos y casetes.
Eran espacios donde se reunían a intercambiar, y en
ese proceso de intercambio -de sentar posición sobre
lo que se oía, sobre la música- se iba afianzando una
posición sobre la manera de vivir. Se trataba entonces
de “probar finura” y “no caspiarse”, una mezcla entre
amistad y ser consecuentes.
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