con un matiz diferente a las movilidades de las
otras músicas en ese mismo momento: había una
clara demarcación entre diferentes grupos. Es que
el Hip–Hop tuvo en sus inicios, luego de pasar por
una etapa en que fue solo breakdance, una suerte de
clanes que se limitaban territorialmente. Esto tenía
algo de similar a lo que pasaba en Estados Unidos
con el West Coast y el East Coast, pero en Medellín
tuvo sus particularidades. En específico, hubo una
clara separación entre la comuna noroccidental,
Bello y otras zonas de la ciudad. Quizás algunas de
estas separaciones causaron encuentros violentos,
enfrentamientos entre lo que parecía una suerte de
pandillas, pero en general la separación fue más por
una idea sobre el Hip–Hop, sobre lo underground, que
por alguna estructura criminal o de violencia.
Otros géneros como la Electrónica nunca tuvieron
esa movilidad: salieron de discotecas, raves y los
computadores de sus creadores. Estos ruidos entraron
en un circuito comercial y específico más rápido que los
otros que venían de los años ochenta y noventa.
Estas movilidades desde diferentes géneros se
fueron asentando en la segunda parte de la década
del noventa. En definitiva, se fueron marcando unos
lugares. Con la llegada de los medios digitales, y luego
de la internet, ya no era tan difícil la circulación de
la música. Las salas de ensayo cobraron un lugar
importante en este contexto. Ya los músicos no estaban
cada uno en su cuadra o esquina de parche, sino que
comenzaron a compartir en estas salas; así se armaban
y desarmaban las agrupaciones nuevas. En general,
esto sucedía, y sucede, a través de unos sonidos
compartidos. Cada músico va encontrando la banda
con mayor empatía con sus búsquedas y así se van
reagrupando nuevas bandas.
Para la primera década del dos mil los lugares ya
estaban instituidos. Por un lado, sobrevivieron los
parches que venían desde los ochenta en algunos de
los barrios y comunas de la ciudad, por otro, el trabajo
del Estado y de organizaciones privadas empezó a
reflejarse en nuevos lugares para la música.
Esto daría pie a nuevos circuitos que, aunque lejos de
llamarse industria musical, movilizaban y creaban otras
posibilidades para los ruidos, con la salvedad de que
también engendraban otras condiciones para hacer
música que no eran contempladas unas décadas atrás.
Foto: Humberto Parrado Manrique
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