Entre la
letra y la
música
lugares del mundo, pero cambiando la letra, como la
canción “Sin Reacción” de ‘Peste Mutantex’, que toma
parte de la música de “My Way” de ‘Sid Vicious’.
En estas primeras letras en Medellín la idea parecía
estar muy clara y dentro de unos márgenes muy
limitados. El Punk apostaba a unas letras muy crudas;
quizás es fácil pensar que estaban reflejando los
entornos en los que se encarnaba este género, pero
no es tan sencillo. Muchas de las letras sí tenían la
violencia de esta época en sus líneas, muchas jugaban
a ridiculizar estas imágenes alrededor del narcotráfico
que emergían cercanas, pero en el fondo de estas letras,
más allá de si hablaban de algo social o no, había un
desencanto, una rabia que devenía gritos, afonías e
insultos.
Pero esto no es desconocer las letras en el Punk y la
importancia crítica que estas han tenido en el proceso
de componer canciones. Lo que sí vale la pena debatir
es aquello de las letras como reflejos “naturales” o
“fidedignos” de la realidad, que por mucho tiempo es (y
ha sido) un discurso proveniente de actores dentro de
la música y por fuera de esta, especialmente en géneros
como el Punk y el Hip–Hop. Sobre esto, vale la pena
mostrar que las letras sí tienen elementos coyunturales,
históricos, pero difícilmente son testimoniales o
teleológicas1, más bien responden a melodías, rimas
y emociones, y es aquí donde aparece la música como
elemento guía.
Antes de hablar de la relación dialéctica que parece
haber entre música y letras vale la pena seguir viendo
elementos del pasado en los que la pregunta por la letra
estuvo siempre activa. A diferencia del Punk, el Metal
tenía más metáforas; una mayor cantidad de figuras
literarias deformaban esa idea de narrar el entorno tal
cual que, aunque estaba presente, se desfiguraba entre
lo épico y sombrío.
Muchos de los primeros músicos que iniciaron en la
ciudad con estos géneros alternativos escuchaban
música en inglés o en otros idiomas. Los primeros
discos que escucharon no eran inteligibles para
muchos; sólo unos pocos músicos se lanzaban con
traducciones temerarias en una época en la que no
había traductores a la mano. Pero esto no alejaba la
música de los públicos locales; quizás eran los ritmos,
los tarareos, la fuerza y la velocidad lo que creaba cierta
conexión con la música para esa época.
Ese primer contacto con palabras desconocidas y
armonías disonantes crearía un estilo muy particular
en la búsqueda de composiciones propias. Incluso
muchas canciones de la década de los ochenta fueron
construidas conservando la música de bandas de otros
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Por su parte, y casi una década después, el Hip–Hop sí
tenía esta lógica en su genealogía: narrar entornos. De
hecho, la misma historia del Mc sugiere un personaje
que narra parches, encuentros, cotidianidades de
barrio. Pero en Medellín la historia no es tan simple;
quizás mucho del Rap que se hizo en la ciudad sí
estaba en ese contar historias, en dar vida a los
acontecimientos de la violencia, pero también en
barrios donde se concentraban muchos de los
acontecimientos de la violencia emergieron canciones y
ritmos que cantaban a otras cosas.
En suma, es difícil ver una división clara entre dos tipos
de letras globales o dos tipos de forma de composición.
Más bien cada uno negocia con su entorno como
puede o quiere. Algunos lo reflejan en velocidades,
sensaciones, gritos, metáforas; otros lo trabajan desde
el lenguaje, desde la narración y (des)composición de