partes por los canales de internet.
Con La Matraca el orden se invirtió con muchos grupos:
primero descubiertos afuera y luego por nosotros.
Esto hace que el impacto de La Matraca en acercar
agrupaciones, presentar nuevos sonidos y generar
alternativas artísticas -a un público que está preparado
para recibir vanguardias o experimentos- sea alto. Los
grupos empiezan a tener público de Medellín que no
tenían -y siendo mucho más escuchados en otro país- y
este descubre un gusto por una música colombiana
que puede ser alterna, más profunda o completamente
desapegada -como ‘Meridian Brothers’.
Otras músicas, abrir una escena, es una apertura de la
cultura -entendida como placer- y enmarca la estrategia
principal del Teatro Pablo Tobón Uribe con La Matraca.
Se trata de un teatro que vuelve a abrir sus puertas
actualizando el contrato de programación cultural con
una audiencia, aquella que todavía no existía o que
no le pertenecía: “Gente sin asco para ir al centro y
trasnochar en el mismo”.
El espacio que estaba por llenar, la propuesta que
estaba por hacerse era la de la música: ¿dónde se
escucha música en la ciudad? Hay grandes eventos
anuales y otros únicos, pero La Matraca empieza a
explorar algo único en ese tamaño y con esa constancia.
Esos nuevos días para el PTU se enmarcan en una
recuperación del centro que parece a veces dar dos
pasos para adelante y a veces uno o tres pasos para
atrás. Un centro del que nos volvemos -por momentosajenos, y un teatro y una programación intencionada
nos acerca. La Matraca es una de las formas que tiene
el Teatro para asumirse como flor del centro y puerta
del nuevo norte de Medellín mediante la seducción de
un público joven -quizá ajeno en su cotidianidad con los
teatros mayores y formales de la ciudad.
La búsqueda se hizo viable con una parte de patrocinios
privados, otra institucional y una de la boletería,
logrando una relación entre el impacto cultural y social
del teatro y sus posibilidades comerciales. Pero en esa
búsqueda, La Matraca empieza a exigir sus propios
objetivos y a crear sus propias lógicas, y aparece como
un nuevo puente con los mercados culturales -esa
tercera vía que ha encontrado la música para ganar la
libertad frente a la aplanadora de lo Pop y no ahogarse
en el anonimato del underground.
“Llevar al escenario con la dignidad del teatro” a unos
grupos -muchos sin que lo necesitaran. Se trata en
especial de encontrar un buen formato, un ensamble
profesional y un evento bello y divertido, desenfadado
pero a la vez elegante y así acercar una ciudad distante
para algunos nortes de Colombia y su sur.
Se trata de un lugar que el mundo ya les estaba
dando a varios de estos músicos y que otros tenían
ya por siempre en la historia de la ciudad. Una forma
388
-entonces- de renovar votos con músicos que siguen en
movimiento y una manera de retribuir con solemnidad
a un público la confianza depositada en el PTU. El
teatro para La Matraca fue la morada material y la
articulación de símbolos para un pequeño nuevo ritual
de descubrimiento musical.
Poniendo en escena a esos músicos que se defienden
sólo con la música, La Matraca ha logrado crear
encuentros insospechados de públicos y agrupaciones.
El aumento constante y paulatino de la venta de
boletas -sin subsidio ni intermediación- son caminos
que se van ensanchando para vivir de la música
mientras que se construye un presente de nuevas
canciones para habitar.