música, prepara el festival, administra Ciudad
Frecuencia, trabaja en sonido de todo tipo de eventos y
prepara el festival con un lema: “Lo que no me sale no
le paro muchas bolas”.
Ante la música favorita, referencia un cuarto músico,
uno de Castilla, menor que él: Anderson, que ha estado
en ‘Carpe Diem’ y ‘IV Tiempos’. Con esto muestra un
hondo placer del espacio musical de lo cotidiano, lo
muy local, donde es enfático en poner a la par la música
de Anderson con la de cualquier “grande” o famoso.
“Yo como músico clásico, violonchelista y percusionista
de chirimías, como músico de la calle (…), he aprendido
que hay que tener de todo y hay que aprender de todo,
porque hay que descentralizar las cosas. La música
clásica no se puede quedar en el conservatorio, ni
la música callejera en la calle. Yo pienso que es ese
encuentro, ese equilibrio, ese momento en el que
la música no es una o la otra, es el lugar a donde la
llevemos (…)”, explica Pipe.
Laverde ha estado escribiendo una técnica de chelo
popular para usarlo como un bajo y poder integrarlo
a músicas urbanas y callejeras. Una técnica que se
puede convertir en una iniciación del chelo al acceso de
cualquier niño o adolescente.
Personas como Pipe -que indudablemente mantienen
vivo un festival necesario- son aún más valiosas por
atravesar una cotidianidad que se mantiene después
del evento. Y en esa cotidianidad está el abrazo que
encuentra ese adolescente tímido y lleno de dudas
que llegaba con la excusa de una sala de ensayo o de
algún curso y que, como aquella vez que Laverde narra,
encontró lo que realmente estaba buscando:
“–¿Por qué me abrazás? –Me decía un pelado.
–¿Y por qué no? –Le contestaba yo.
–Es que a mí nadie me abraza.
–Siempre hay una primera vez”.
Siempre hay una primera vez -dice Felipe Laverdey vuelve a soltar una risa de quebrada, como
seguramente lo hizo en aquella ocasión.
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