Ya no recuerdan en qué momento exacto se formó la
banda porque primero se encontraban en una calle
ciega de El Poblado (comuna 14) a improvisar y a hacer
jams, o diálogos musicales, y de ese ir y traer, con bafles
conectados a la batería de un carro, se fue consolidando
una unión.
‘4 Cabezas’ destaca más el momento en que
decidieron tomarse la banda en serio por cuenta de
la mirada externa de Mauricio Duque que creyó en
su potencial y por lo tanto en la necesidad de que se
pulieran como producto.
Mauricio ayuda a abrir una puerta que es un fuerte
presagio de éxito en la escena Hip-Hop: ser uno de
los grupos que le abrieron a ‘Nach’ frente un público
masivo que no era el de ellos, y que a pesar de que
muchos ese día apenas los estaban conociendo, se
dejaron animar, se dejaron mover.
‘4 Cabezas’ encontró ese día una muestra de su nicho.
Por un lado, la principal influencia es ese Rap actual
español y de otra forma lo Funk y su arriesgada
apuesta técnica con ese ensamble les permitía tener su
propia receta. No se trata de una búsqueda por lo real,
sino por lo original que es “ir a su origen” y “mover
cuerpos y conciencias”.
La banda pasa de ser un colectivo donde cada uno
hacía lo suyo y luego se mezclaban, a ser el ensamble
compacto de Diego, Juan Fernando, Pablo, Daniel en la
guitarra, Andrés en el bajo y Camila en la batería.
De la primera fase de múltiples toques espontáneos en
el espacio público y la desembocadura de un público
en pequeños lugares como un hostal llamado Kiwi,
queda la reflexión de que la calle va acumulando una
audiencia invisible, insospechada, que nace de los
amigos de los amigos, pero que se vuelve incontenible,
y que cuando eso pasa, se publica una canción en
internet o se hace un evento y se condensa ese público
permitiendo medir una trayectoria.
De la segunda fase se entiende lo minucioso que es
consolidar una banda, acoplarse, pero también el
aprendizaje musical individual que, más allá de hacer
canciones, consiste en controlar las emociones, esa
fuerza de la música y esas ganas de decir que puede
dejar sin aliento, así como desentonar en un grito.
La determinación de darse a conocer -gracias una
propuesta nítida-se expresa primero en el lanzamiento
virtual de su disco y la producción del primer videoclip.
‘4 Cabezas’ explica muy bien que no encuentra
problema en verse como un producto cuando diferencia
la comercialización de lo creado de la creación por lo
que demanda el comercio. Que la creación dependa de
una búsqueda propia del grupo y no de los caprichos y
esquemas del comercio, es el equilibro que encuentran
para un trabajo decidido a ampliar su público todo lo
que se pueda.
Aquí se enfrentan ya no sólo al deseo de ser escuchados
y reconocidos, sino a la viabilidad de la vida de músico.
La estrategia es sencilla: cobrar lo justo y buscar la
ganancia. Lo segundo lo enuncian explicando el cálculo
de los toques gratuitos en los que la ganancia puede
que no sea automática, sino que abre otras puertas que
aseguran la trayectoria de la agrupación. Los cálculos
son lograr que todas las partes se fortalezcan y la
responsabilidad con la escena. Lo anterior ha sido una
tarea que los ha ocupado en los últimos meses para ello
han contado con Luna, como mánager (también lo es de
‘Niquitown’) que se ha puesto al frente de la dura tarea
de conseguir espacios para músicos que sólo quieren
tener el tiempo para el próximo sonido.
Y más allá de una escena, para ‘4 Cabezas’ sigue
existiendo una cultura, una identidad en el Hip-Hop. A
pesar de que son críticos a discusiones muy recurrentes
en el Hip-Hop como la pregunta por “lo real”, se refieren
a este como un estilo de vida, algo que los representa y
los hace partícipes.
Musicalmente los atraviesa el Funk, un poco
desconocido y un término casi inexistente en la escena
de Medellín. El Funk es la fiesta, ese reconocimiento
para ‘4 Cabezas’ de que el Hip-Hop es cuerpo y
movimiento y que casi todo Hip-Hop tiene algo de
Funk, porque, como ellos dicen, “el Funk es algo que
nos gusta aunque todavía no sepamos”.
A pesar de que esa parte de la fiesta es algo admitido
en ‘4 Cabezas’, hace parte más bien de un transbordo
para lograr otro momento con su público: la relación
individual con la canción y su letra.
Llegar al Hip-Hop fue encontrar la mejor conexión
con la poesía. La importancia que les dan a las letras
no es la de la denuncia o de contar una experiencia
personal, sino “esa búsqueda interior de lo que sucede
adentro y afuera”.
Cada voz en el grupo tiene su propia necesidad de
decir: mientras que “Pablo es más protesta, tiene un
poco más de rabia que los otros dos” y Frijol “es más
místico y le gusta hablar mucho de su arte”, la búsqueda
de Diego es poética.
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