a Punk, inspirado en ‘Eskorbuto’, ‘La Polla Records’ y
‘Ramones’, pero tiene también solos de Luisgui, que
tiene una gran influencia del Heavy Metal, y cuenta
con Felipe, que le mete al bajo un sabor muy movido,
tirando a Ska y al Ska-Punk.
Su proceso para crear canciones arranca con las
letras, y aunque procuran no ser “clichezudos”,
repetitivos, yéndose a los extremos cursis del amor o
a los extremos trágicos y enfadados de las canciones
políticas, sí tienen letras muy literales que hablan de
que no hay fronteras, banderas o colores, y buscan,
entonces, que sus canciones construyan algo.
No están interesados en que su banda tenga una
ideología y se quieren alejar de un Punk adolescente
que está eternamente enfadado y no encuentra nada
que le guste. Tal vez los une una consigna por la
libertad de expresión que les da un sutil color político
en las canciones, pero sobre todo una fórmula para
hacer y para juntar música.
Quince canciones grabadas son una respuesta al mundo
violento en el que vivimos, a los engaños, pero también
desde ahí, desde su revisión, se plantean una búsqueda
musical, las canciones siguientes. La necesidad de un
encierro para reencontrar un origen Rock y Punk, el
de ellos, o el que ellos editan para su historia, pero
también una tradición que piden, una familia de la que
quieren hacer parte.
Primero tocaban en parches , con diferentes sonidos,
con “dos amplificadores y un micrófono sostenido por
una matera”, porque no querían “hacerle el desplante
a ninguna invitación”. Luego vienen “los festivales
y conciertos en los barrios con tarimas y sonido
profesional” y curiosamente los empiezan a llamar a
tocar afuera, dejando poco tiempo para consolidarse
en Medellín, como si les quedara más fácil ser profetas
fuera de su tierra.
Cuando fueron a Bucaramanga tenían muy pocas
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canciones publicadas en la web, y la web no era lo que
es ahora. Aun así, “la gente se sabía ya las canciones”,
como si su grupo fuera muy necesario por fuera de
Medellín. Eso nunca lo entendieron. Una vez más, uno
no sabe a dónde va a parar la música.
Foto: Santiago Rodas
En la Fiesta de la Música en el 2008 el pogo que
se armó con sus canciones fue muy intenso,
‘Alkoholemia’ “arrasó completamente esa noche”.
La forma como la gente se movió con su música los
diferenció de otras bandas.
Todo ese caminar, donde ha estado el Sabanetoke con
Felipe Grajales y los viajes a Bogotá, muestra una forma
de tejer en movimiento, quizá en un principio poco
calculada. Aunque se consideran solitarios, la misma
tranquilidad para mirar su proceso musical y banda
les ha servido para hacer intercambios con ‘Desastre
Capital’, ‘Vehemente’ y ‘La Plebe’.
Dejando de lado por un momento esa inercia
apasionada que es el carnaval de la música -hacer,
intercambiar- aparece lo difícil, que es la opción del
arte y lo complejo de la escena en Medellín. Alex
Oquendo de ‘Masacre’ dijo, según ‘Alkoholemia’:
“Medellín es un pueblo de bandas”.
“Todo el mundo tiene banda y la gente va a un
concierto a cruzarse de manos y no se le enreda ni
un aplausito. ¡Así no crece, pero es que es nadie!”, se
lamenta un integrante.
‘Alkoholemia’ no parece ser la banda que somete
continuar al éxito. Después de un bajista que se fue
de la ciudad y volvió, de padecer esa cultura de la
gratuidad en Medellín de “100 por la de atrás”, las
fiestas y los muchos toques pagados de su bolsillo
explican que esta banda que -se creó entre tragos y
toques- es movida por el placer.
La música es por diversión, y no mero entretenimiento,
sino urgencia, escape. La “música para liberarse de las
presiones de lo cotidiano”.